miércoles, 30 de diciembre de 2009

Nuevo año, desasosiego y Cantinflas


Otro año que se nos va, y otra quincena final llena de mensajes de deseos de felicidad para el año que viene llamando a nuestras puertas. El bucle vuelve y vuelve a repetirse y parece que las cosas al final se anquilosan y todo se convierte en la misma calcomanía que se posa en la anterior, apenas con imperceptibles diferencias. Se diría que nada ha cambiado, que los deseos de buenaventura por una extraña razón se chafan, y ya nos olvidamos de ellos nada más cruzar el umbral de las 12 campanadas. Echamos una mirada rápida al mundo, y volvemos a menear la cabeza de un lado a otro, las mismas miserias, los mismos desatinos, los mismos oídos cerrados, las mismas voluntades cercenadas. Ya me gustaría a mí ver a Obama, o a cualquier otra esperanza "humana", lanzar un discurso como el del entrañable Cantinflas en su última película, Su excelencia (México, 1966), a una "asamblea de naciones" y luego, claro está, ver que esas palabras se tornan hechos. Quizá sea la lectura y correcciones que hago en estos días, antes de la publicación en enero, al Libro del desasosiego de Pessoa, lo que me tiene con esta actitud algo flácida ante tanto petardo entusiasta y tanto derroche injustificado, pero también sé que la acumulación de repetidas experiencias durante tanto tiempo, no me llevan al optimismo que cada año nos obliga el calendario.

lunes, 23 de noviembre de 2009

1982, el muro y la esperanza socialista


Siguiendo la estela de mis anteriores post, así como mi costumbre de cumplir años en otros lugares, fuera de la isla, recupero ahora la memoria de mi 20 cumpleaños. Vino este recuerdo cuando el otro día, junto a mi hijo, disfrutamos de un pase privado, en nuestra salita de estar, de El muro, de Pink Floyd. Él no entendió la mitad de la película y traté de explicarle a intervalos, las aventuras de Bob Geldorf metido en los berenjenales que retrata la película.
En octubre de aquel 1982, junto a tres amigos, partía del aeropuerto de Tenerife Sur rumbo a Santander, en un vuelo de la extinta compañía aérea Spantax. El billete de avión nos había salido gratis porque dos de los integrantes de la expedición trabajan en el aeropuerto. El avión iba casi vacío, en aquellos tiempos se podía fumar, y allí nos encontrábamos, en los últimos asientos de la aeronave fumando un par de canutos camuflados que nos transportaron un poco más arriba de los 8.500 metros de altitud a los que volaba la nave.
Después de alquilar un seat 127 en Santander y pasar un par de días en Fuenterrabía, cruzamos a Francia por Hendaya. Paris era nuestro destino, y allí recalamos casi una semana en casa de unas amigas que fueron a la Galia como au pairs y se habían quedado enganchadas a la magia de la ciudad.
Justamente en esos días, se estrenaba The wall, un film de Alan Parker que causó bastante revuelo en la juventud de la época. La música psicodélica de la formación inglesa, las letras contestatarias y una historia underground habían creado una expectación inusitada que, por supuesto, todo melenudo de izquierdas, ávido de nuevas propuestas estéticas y surrealista modular no podía perderse. Así que asistí a mi primera sala de multicines, algo que no llegaría a nuestras tierras hasta diez años después. La película, en versión original y con subtítulos en francés, no me ayudó a entender un carajo de lo que allí se decía. Era la fuerza visual y la música, a veces desgarradora, la que me tenía embelesado y con ojos de pez agarrado a aquella butaca.
27 años después, en mis retinas, la película ha perdido la eficacia y la fuerza de entonces pero, aunque ahora me parezca superficial y pretenciosa, aún puedo saborear un regustillo rebelde, casi incendiario en el fondo del paladar. Entiendo perfectamente el escepticismo y casi aburrimiento de mi hijo ante el espectáculo que le ofrecía; no en balde, este pibe forma parte de una generación que se ha criado prácticamente sin carencias y con unos estímulos muy diferentes a los de mi generación. Seguro que si la hubiéramos visto en versión manga, el interés y la comprensión hubieran sido totalmente distintas.
Volviendo a aquel mes de octubre, otro acontecimiento importantísimo para mi vida y para toda una generación de españoles tuvo lugar entonces. Dos días después de haber entrado en la veintena, se celebraban en España elecciones generales, resultando vencedor el partido socialista. La esperanza de millones de personas por fin se cumplía y todos esperábamos una apertura, unos aires de libertad y cambios sociales tras más de 40 años de oscurantismo y algunos años más de gobierno derecho-centrista. Y allí estábamos nosotros, cuatro tipos que tenían que regresar, pero haciendo un poco de tiempo para ver si los militares y las fuerzas del imperio, dejaban continuar el desarrollo de aquel sueño. Éramos afortunados por partida doble, una por la victoria de la izquierda y otra más egoísta, nos encontrábamos en Francia -por aquellos años tierra de exiliados políticos, sobre todos latinoamericanos del cono sur- por si se producía un levantamiento militar.
Pero regresamos, el sueño siguió avanzando hasta marchitarse e incluso corromperse. Fue una gran lección y aprendimos a soñar de otra manera, a ser sutiles y a vivir los sueños más desde los individuos que desde los colectivos, pero siempre, siempre cultivando la rebeldía para que no se anquilosen las ideas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Prejuicios, vampiros y otras delicias turcas


Es asombroso el saco de prejuicios que vamos cargando sobre la espalda a lo largo de nuestra vida. Conceptos, comentarios, noticias, visiones, informaciones... con todo ello se va conformando un cuartito de los escrúpulos en la azotea cerebral con respecto a ciertos temas. Esa pequeña habitación era en mi caso Turquía y los turcos. Primero fueron los comentarios sobre una película que causó verdadera impresión en todos los fumetas de la época, El Expreso de medianoche, en ella se daba una imagen brutal de las cárceles y el sistema judicial de este país. Luego vinieron las continuas represiones y sometimiento durante décadas sobre pueblos como el armenio o el kurdo. Luego los hinchas del Galatasaray y el Fenerbahce (los kanarios) con sus actitudes broncas y violentas. Tal era mi animadversión, que en las cíclicas estancias en la feria de Frankfurt, pasaba de largo del pabellón turco. Sólo el carácter del premio Nóbel, Orhan Pamuk, y su afán de airear los atropellos históricos contra las minorías del país, lograba que dejara mínimamente el ofuscamiento hacia todo lo que viniera de las orillas del Bósforo, tanto de un lado como del otro.
Así, con esa predisposición, me subía al avión rumbo a Estambul. En eso consistía mi regalo de cumpleaños. Pero todo cambió nada más pasar el control de pasaportes y dejar a un lado a los fríos funcionarios y a la señorita de la oficina de cambio. Fue subirnos a la camioneta que nos llevaba al hotel y caer en el embrujo de la amabilidad, hechizo que no nos abandonó hasta que volvimos a incrustamos en el avión de regreso. El telón de los malos augurios se rasgó en miles de hilachas. No entendía cómo en tan pocas horas se había dado vuelta la tortilla y desahuciaba a toda leche, cualquier reducto de los malos rollos que guardaba en mi cuartito de los escrúpulos. El principal causante de todo ello, fue el recepcionista del hotel donde nos hospedamos, Halil Vural, un chiquito que era todo amabilidad, y sobre todo, su sonrisa socarrona que nos daba pie para enlazar un vacilón tras otro. A raíz de esos vacilones, salió el tema de los vampiros y de ahí en adelante, fuimos vampiros de pura carcajada.
Y no sólo era el personal del hotel, también había humor y amabilidad en el taxista que nos habló de el Cordobés y de García Lorca (¡qué mejunje!), los camareros de cualquier restaurante, los vendedores de castañas, la señora que me regaló una moneda de la suerte, el personal de los baños, el vendedor de especias… y otras delicias, como el ulular de los almuecines –puro gozo tántrico-, los derviches y sus giros hipnóticos, el paseo por barrios “habaneros” bajo la lluvia, los gatos –señores de cualquier sitio- y los pescadores del puente Gálata, formando una telaraña de hilos y sedales donde se enreda el blue-fish.
Este saco, el que llevamos con nuestras miserias a rastras, con este viaje pesa menos. Halil, hermano, gracias por abrir la puerta del cuartito de los escrúpulos y ventilarlo.

lunes, 26 de octubre de 2009

a mis 47


hace un rato que ha amanecido, como siempre en este día del año, en otra nueva ciudad. mi primer regalo de cumpleaños tiene calles empinadas, taxis amarillos y un tráfico caótico. ayer pude oír al almuacin de cada mezquita, superponiéndose uno al otro, llamando a la oración, llamada-canto que me envuelve como una atracción lisérgica. Estambul me acoge en este cambio de años de mi cronómetro particular con la esperanza, mi esperanza, de renovar las fuerzas y seguir luchando contra el infiel, esta "crisis" que amenaza con tirarnos el chiringuito por los suelos.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sila, off y abrazos


Ya hace más de una semana que terminó el SILA y parece que, por fin, el Encuentro de Editores en Canarias recibe el impulso necesario para que se mantenga en años venideros como un punto de referencia para editores, autores y demás profesionales del mundo del libro. La inclusión del SILA (Salón Internacional del Libro Africano) ha hecho que tanto los medios como las instituciones, se hayan volcado con el proyecto, a pesar de estos tiempos que corren para la cultura y los recortes pecuniarios instaurados por los que dirigen el rumbo político de estas ínsulas.
De este encuentro, aparte de las relaciones y proyectos surgidos, a nivel personal, tengo que destacar las noches off y los abrazos. El off, o actividades lúdico culturales de después de la cena, fueron en aumento según pasaban los días. Del bastante discreto en asistencia de la primera noche, donde actuaron Déborah, Paco Croissier y el trío croata Roman, Ivica y Zoran, pasamos al un poco más animado y multicolor de la noche africana, para terminar el último día con una mezcolanza de muchos de los participantes en una danza tribal multiétnica. Una rueda donde bailaban al ritmo de una rumba congolesa, croatas, africanos, españoles, algún guiri espontáneo y una nutrida representación aborigen.
Los lazos de amistad de viejos conocidos, y no tan viejos, se han manifestado y renovado y han surgido otros nuevos. Pero fueron tres abrazos en particular, los que me hicieron sentir el alma del amigo entrando en la mía. El primero vino del croata Roman Simić, autor y editor con un carisma y un humor explosivos. Al día siguiente, llegó el del senegalés Amdou Ndoye, más de 20 años viéndonos las caras y charlando sobre literatura canaria, música cubana o la manera particular de hablar canario de este hombre; y por último un abrazo que venía de Huelva, de Rafael Delgado, uno de mis santos preferidos, con su humor y particularísimo vocabulario.
En fin, un encuentro que renovó mis votos por el trabajo y la amistad que, al fin y al cabo, queremos que sea la seña de identidad de esta editorial, que como siempre dice Ángeles, es como una gran familia.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La sensualidad tiene nombre de mujer emancipada


Hace ya un tiempo, leyendo una revista literaria, cayó ante mis ojos una fotografía de Simone de Beauvoir desnuda. No se le ve el rostro, está de espaldas recogiéndose el pelo mientras se mira al espejo. Para mí fue un impacto visual y erótico tremendo. No se trataba de quien fuera el personaje, podría haber sido cualquiera, era la escena, ese cuerpo de mujer, a su aire, transmitiendo una naturalidad pasmosa y sobre todo una libertad manifiesta. Ahora que he vuelto a dar con ella, con la fotografía, sigo sintiendo la misma atracción casi religiosa por esa instantánea. Me convierto en un voyeur de pasmoso sosiego, en un erotómano de acuarela. Contemplo su belleza física, y ahora sé, por mis posteriores lecturas, que fue una mujer que intentó vivir la vida que imaginaba y que luchó por ella. Asombrosa fotografía, hermosoura de alma y cuerpo en una misma instantanea.

domingo, 20 de septiembre de 2009

sintasiva y seguridad aeroportuaria


Sintasiva es la forma que adoptamos para decir "cinta adhesiva" una gran parte de canarios de mi generación. Hasta que ya entré en la pubertad, no conocí que la palabreja en cuestión no existía en realidad en el idioma castellano, era una adaptación más de otra palabra al medio. Nuestro oído siempre oyó sintasiva y así pasaba al papel y así lo vocalizábamos, al igual que hemos hecho con otros vocablos, ingleses (come buy on "cambullón", king eduard "chinegua", up to date "autodate"); franceses (crayon "creyón", ouate "guata").
La sintasiva siempre ha servido para hacer paquetes, o para que dos o más partes queden fijadas. Pero se me ocurren otras funciones para ella, como tapar bocas de políticos varios, o de responsables de medios de comunicación "impresentables" que sólo saben repetir lo que les dicta la mano que les da de comer, o también periodistas de cartón piedra que intoxican las ondas con sus programas basura. Pero también, de un tamaño mayor a nuestra sintasiva común y endémica, el poder la usa para callar otras bocas contestatarias, amarrar muñecas rebeldes y, asfixiar espíritus bregadores. A nuestro amigo y autor, Jorge Majfud, que vive en los "Estampidos Unidos", la seguridad del aeropuerto de Barajas hizo uso de la sintasiva para recomponer un desaguisado con un paquete que le enviábamos con algunos ejemplares de su última novela, La ciudad de la Luna. No sabemos si por su apellido de origen libanés o porque las palabras, la literatura y la cultura en general, hacen más conscientes a las personas y menos teledirigidas. La cultura nos hace críticos, y la sintasiva en la cultura sólo produce borregos satisfechos con su ignorancia.
Foto: Roy Fernández

lunes, 7 de septiembre de 2009

Tinseltown in the rain, banda sonora para una magua


Ayer acudí por primera vez al museo del Prado. Sorolla fue el motivo de tan gran acontecimiento. Me gustan por motivación espontánea, los retratistas, casi todos aquellos pintores que fusionan en su arte la parte más fotográfica de un instante de cualquier historia. Sorolla, Lucien Freud, Robert Reid o Robert Henri, son para mí fotógrafos de pincel. En sus cuadros puedo sumergirme, pasar a la tela y diluirme en la pintura. Paso a ser observador de un momento, mi imaginación se expande apreciando cada detalle que el autor ha dejado como rastros, como pistas de un instante en el tiempo, que no sé por qué razón, me atrapa y me hace reconstruir la escena en mi mente, los personajes, sus vidas y circusntancias, la luz, la época, los aspectos sociales. Ese momento sirve para que yo haga una película de algunos minutos en mi mente y mi alrededor en un pis pas, desaparezca. Es como si una máquina del tiempo me transportara hasta allí. Casi siempre que alcanzo este estado, surge como una pequeña melancolía, una magua que me empapa. Me siento emocionalmente, como un pez atrapado en una bola de gelatina. Y para esos momentos, desde hace muchísimos años, desde que era dependiente en una tienda de discos, me acompaña una banda sonora en esos intervalos temporales, tiernos tirando a tristes a la vez que intensos con un fondo que late vida, como un tambor acompasado que va in crescendo. Esa melodía llegó a mí a finales de los ochenta desde un vinilo que probaba en el tocadiscos de la tienda, el grupo se hacía llamar The Blue Nile y el tema Tinseltown in the rain. Como suele suceder con las letras de estas canciones, son insustanciales y no tienen nada que ver con la impresión que te ha marcado al oírla. Pero, a pesar de los pesares, cada vez que acude a mis oídos, me transporta a un estado de ebriedad sosegada manifiesta.

domingo, 23 de agosto de 2009

Entre nos vemos en Ikea y el cine de barrio


Me tildan con demasiada asiduidad de anacrónico y desfasado. Sobre todo refiriéndose a mis coletillas, que suelto, parece ser, frecuentemente en mis conversaciones. Suelen ser frases de anuncios televisivos, que ciertamente, ya hace algunas décadas oí: “Nos vemos in Ikea”, “Avecrem chup, chup”, “Ñacañaca la cigala”… Lamentablemente hace casi tres años que no tengo televisión y mi capacidad para ponerme al día ha quedado mermada en gran medida. Las veces que puedo ver la tele con algo de tiempo en casa ajena, no es suficiente para que el anuncio de la temporada cale en mi repertorio de frases hechas. Para mí, parece que fue ayer cuando todo eso estaba de moda, y el tiempo, el implacable, el que se marchó… como diría Silvio Rodríguez, parece que va cumpliendo sus objetivos.
Y ya que estamos con tiempos pasados, estoy terminando de corregir las últimas pruebas de Recuerdos de un cine de barrio de José Ángel Barrueco, y que editaremos en septiembre. En él nos podremos deleitar con aquel tiempo de pibes en el que el cine, los actores y tendencias, calaban hondo en nuestra vida. Quién no recuerda las películas de kung fu y luego estar dando patadas por doquier y dando gritos como alma en pena, emulando a aquellos ágiles luchadores que nos mostraba el celuloide. Quién no se enamoró o fue atacado por el mal de la erección con actrices como Natasha Kinski o Isabella Rosellini. Quién no quiso ser tan duro como Clint Eastwood, ya fuese como pistolero o como policía sin escrúpulos. Quién no quería ser un espadachín galáctico en un universo de seres inimaginables. Este libro, delicioso en las formas y evocador en el contenido, es el retrato de toda una generación que creció con el cine de barrio como contrapunto a la vida callejera o a la rutina de los días de colegio.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Gota de leche, 8 de junio de 2007


Llevo un par de semanas de limpia en casa, pintando, reconvirtiendo y sobre todo, sacando ingentes bolsas de basura. Cuando veo cómo se van llenando las bolsas con todo esas cosas que apenas unos años antes creía necesarias, me da por pensar en que para qué tanta inversión, tanto gasto inútil, tanto derroche para rellenar estantes, cajas, armarios… y de lo que a penas utilizamos un 10% –ya sea libros, discos de cualquier tipo, ropa, zapatos, recuerdos de lugares remotos, etc.–. Bueno, a lo que iba, que por cierto aun no lo he dicho, es que en esa limpieza-renovación del lugar en que habito, encontré una hoja del Diario de La Rioja, fechado el día 9 de junio del 2007. En ella encontré una reseña del acto que realizamos en La Gota de Leche la noche anterior. Participaban Lucas Rodríguez e Inma Luna. Habíamos ido los tres desde Madrid en guagua para presentar sus primeros poemarios con la editorial. Para la ocasión habían bajado desde Bilbao Juanje y Hugo. Y allí, fue el inicio, algo loco, surrealista y parapéntico de la relación entre autora y editor. Allí, entre los amigos, de tasca en tasca, entre brincos, secretos y prohibiciones empezamos a andar. Dos años y pico después, ahí seguimos –ya con un libro de cuentos de Inma y pronto un nuevo poemario de Lucas-, y con las mismas ganas de desvestir lo que nos queda por delante.

jueves, 30 de julio de 2009

Intermitente izquierdo y libro electrónico


A quien esté acostumbrado a conducir en esta isla le resulta del todo familiar, que cuando encontramos un obstáculo ante nosotros, lo normal es darle sobre la marcha al intermitente izquierdo para que los que vienen detrás sepan que tienen que aminorar la marcha. Conduciendo por Madrid y otros lugares de la geografía española, he constatado que esto no se utiliza, en todo caso le dan a las luces de emergencia. Quizás tengamos otro endemismo que tendremos que exportar. Dándole vueltas al tema, quizá esto se produce porque para nosotros es más cómodo y rápido darle al intermitente que estar buscando por el panel el botón de las luces de emergencia. Vaya usted a saber.

Últimamente me llegan al buzón de mi correo un montón de noticias sobre la inminente llegada del libro digital. Parece como si hubiesen diferentes medios del sector interesados en que pasemos a toda costa del papel a los bits a la hora de escoger nuestras lecturas. Como editor, este tema a veces roza la picazón, y me planteo si no estaremos quedándonos en el furgón de cola. Pero después del susto inicial, lo dejo pasar y me relajo contemplando el lomo de los libros que adornan las estanterías de mi casa. Les hablo con calma y cariño, los tranquilizo con palabras bonitas y prometiéndoles que siempre estaré a su lado en esta suerte de carrera por el consumo y por quien es más moderno. Desde que tengo narices siempre me han acompañado, me han sacado de mis tontunas y de mis entuertos. Es hora de que dé la cara por ellos.

lunes, 13 de julio de 2009

Hospitales, besos, suecos y Majfud

La semana pasada mi padre desapareció como por arte de magia. Había salido de su casa a las siete de la mañana rumbo al hospital donde lo someten a su diálisis. Eran las cinco de la tarde cuando mi madre me llama dándome la noticia de que mi padre no había llegado. Había llamado al hospital donde le comunicaron que ya allí no estaba, luego al servicio de ambulancias, donde tampoco parecían conocer su paradero. Después de casi una hora de llamadas logramos saber que se lo habían llevado a urgencias después de haber padecido un mareo. Me presento en dicho servicio de urgencias preguntando por mi padre y su estado, y allí tampoco tenían noticias de cuál era su padecimiento. El señor de información después de entrar a recabar información, sale tal como había entrado, desinformado. Ante mi queja de que no sabíamos nada de él desde que salió de casa y que lo habíamos encontrado por pesquisas propias sin que nadie de la institución nos hubiera avisado de que se encontraba allí, me dejó pasar a que lo viese, pero que saliera rápido. ¡Qué saliera rápido! Cuando entré por aquella puerta, el paisaje que me encontré era sórdido. A ambos lados del pasillo se encontraban hileras de camas ocupadas por viejitos con caras descompuestas. Encontré a mi padre en un reservado, con una cara estupenda y enganchado a un bote de suero. Tras mis preguntas a lo que le había ocurrido, no supo contestarme. Pasaron los minutos, los cuartos de hora y por allí no venía médico alguno. Claro, ya empezaron a hinchárseme los agujeros de la nariz y a subir el tono de la voz con lo de “¡qué carajos pasa aquí!”. En esos momentos entró un enfermero que oyó mis farfullos y diligente, después de aguantar mi perorata, me trajo a una doctora con cara de susto, y casi tan despistada como yo, haciéndole las mismas preguntas que ya le había hecho al pacinete. No daba crédito. Nadie me había llamado –aunque mi padre lucía en su muñeca una pulsera que le habían puesto allí con mi número de móvil- y nadie sabía a ciencia cierta qué le había pasado al viejito. Afortunadamente después de chequearlo por arriba y de darle una yogurt y unas galletas –dada mi insistencia sobre si le habían dado algo de comer (no lo había hecho desde el desayuno)- le dieron el alta. Llegamos a casa de mis padres sobre las ocho de la tarde. Mi madre lo esperaba ansiosa –no hay cobertura dentro de la sala de urgencias y no había podido comunicarle el estado de su marido- y asustada, pero al verlo se acercó y se dieron el beso más tierno que les había visto en toda mi vida –mi padre no es que sea un paladín de manifestar agasajos.
Y ya que estamos hablando del palacio de las corrientes de aire –mi madre siempre ha dicho que nuestro hospital es un nido de resfriados gracias a las continuas corrientes que allí se dan-, terminé ya el último libro de Millennium, la trilogía de Stieg Larsson. Si bien no tenía la intensidad de las dos primeras entregas, si mantuvo asombrándome la cantidad de datos sobre la “inmaculada” Suecia y poniendo de patas arribas todo un sinfín de estereotipos sobre el país. He de reconocer que he disfrutado como un niño chico y no cabe duda que ha sido el Harry Potter de los “adultos”. Bienvenidas obras como ésta que hacen que lea hasta el más bendito.
Y hablando de escritores suecos, justamente después de terminar el anteriormente comentado, cayó en mis manos la última novela editada por aquí de Henning Mankell, El hijo del viento, una muy interesante aproximación a las diferentes visiones sobre la vida que se pueden dar según la cultura desde que se la mire. En esta obra me ha sorprendido la capacidad del autor para hacernos llegar la visión de un niño africano de la sociedad sueca de finales de mil ochocientos, revolviéndose con todos sus medios por mantener su cosmología ancestral a salvo. Creo que me ha calado su prosa y voy a seguir escarbando en la bibliografía de este autor, en la que me dicen, ser sobre todo de novela negra.
Y ya que estamos con África, nada mejor para recomendarles una novedad que hemos editado hace apenas un mes. Se trata de La ciudad de La Luna, del uruguayo Jorge Majfud –con la que consiguió ser finalista del premio Bruguera de Novela- donde recrea la vida de unos personajes singulares en una ciudad anclada en el desierto del Sahara y cerrada a toda influencia exterior. Vamos, literatura en estado puro.

martes, 7 de julio de 2009

Sicilia, caos, hombre plástico y Luigi Pirandello

Las vacaciones han venido y con la misma se han ido. He pasado una semana en Sicilia con mi hijo y su madre, las vacaciones familiares que desde hace cinco años venimos realizando cada última semana de junio.
La primera sensación que percibes nada más bajar del avión es que aquella es otra realidad, otra velocidad en la sangre de sus habitantes y el gesto que se les pone es chulesco y seco como un papel de lija (aeropuerto, hotel, coche de alquiler, restaurante, etc), afortunadamente siempre encontramos alegres excepciones.
Caos. Al coger el coche rumbo al hotel, las palabras de Ángeles me vienen a la cabeza: “ten cuidado al conducir”. Ciertamente, mucho cuidado, allí vale de todo, es decir, no vale nada de lo correcto, conduce como quieras y eso sí, ten mucha cara y dale al coche pa’lante, toca la pita (claxon, bocina) y a lo que dios quiera. Si eres capaz de cogerle el truquillo, te sentirás como pez en el agua y prevalecerá la intuición antes que las normas. En la semana que estuvimos por la isla, no vimos un solo accidente, aunque eso sí, casi nos empotramos contra un fiat cargado de gente que se había saltado un stop como si estuviesen entrando por la puerta de su casa.
Palermo, domingo cuatro de la tarde. La ciudad aparece vacía, intentamos dar un paseo por el casco antiguo y casi nos dan ganas de llorar. Muchas casas apuntaladas (fotocopia de La Habana vieja) y basura, basura por doquier. Encontramos un pequeño jardín botánico, y más lágrimas y más caos. Un drago y una palmera canaria hicieron que se nos recompusiera el semblante.
En la siguiente jornada avanzamos por la vertiente norte rumbo a Cefalú, y allí a parte de darnos cuenta de que Sicilia era algo más que Palermo, aunque el personal seguía tan serio como los cabos de la guardia civil, y a comprender cuáles eran los horarios de la población: de 6 de la mañana a 2 de la tarde podías encontrar gente en la calle, a partir de las 3, hasta las moscas desaparecían, para volver a retornar sobre las 5 o 6 cuando el sol empezaba a declinar. Allí descubrimos al primer hombre plástico. Un vendedor con todo lo que se pueda imaginar hacer con plástico y se pueda utilizar en una playa de arena, lo transporta este hombre. Alucinante.
Durante el resto de los días, más pizzas (Idir disfrutando de lo lindo),más playas y sitios preciosos –Taormina y Ragusa- cargados de historias y piedras –entiéndanse monumentos, ruinas, etc-, la sorpresa culinaria del viaje, el Ristorante Aragosta en Riposto, y el volcán Etna (a ver si dejan de convertir en basureros sitios hermosos). Penúltimo día, llegada a Agrigento, famosa por sus ruinas griegas. Allí recuperamos la sensación de caos y un poco de desasosiego. La ciudad no invitaba a quedarse, aunque para quienes nos gusta la literatura existía un punto de romanticismo al presenciar la casa de Luigi Pirandelo (uno de los 2 premios Nobel de Literatura que tiene la isla junto a Salvatore Quasimodo). Las cientos de calles que llevan su nombre por toda la isla hacen imposible que nos olvidemos fácilmente de su existencia.
De vuelta a Palermo, sábado por la tarde, los ojos de nuevo como platos: miles de personas se agolpaban en las calles, la ciudad latía como si fuera copada por serpientes multicolores, entre personas y tráfico. Habíamos regresado en el primer día de las rebajas de verano y aquello era espectacular. La diferencia de nuestra llegada una semana antes a la ciudad, no tenía parangón con lo que allí veíamos. Ante tanto color, el caos se convertía en danza multidisciplinar, aunque eso sí, los rostros seguían sin encontrar motivo para relajarse.
El domingo regresamos, cientos de mails me esperaban en mi buzón de correos.

domingo, 28 de junio de 2009

Budapest, lluvia, librerías y gastronomía

Llegamos con la intención de disfrutar de una ciudad desconocida. Me había hecho a la idea de que sería una urbe que me deslumbraría. La hacía algo así como una mezcla de París y Praga. Y algo así fue, pero la lluvia deslució toda esa imagen preconcebida. Los primeros días sólo las almas de los turistas en pena, embutidos en plástico deambulaban por allí y por acá. No fue hasta la penúltima jornada en que salió el sol, que pude rehacer mi idea original de la ciudad, Buda se nos desplegó con todo su encanto y Pest pareció sacar su sonrisa después de días grises. Pero con todo, hubo opera, balneario, rodaje de película china de gangsters y mucho asfalto, aceras y parques (en uno de ellos hay una estatua que acojona dedicada al escritor desconocido) para mis impertérritas cholas.
Mis ojos pronto pudieron percibir la gran cantidad de librerías (la calle Múzeum Körút era un nido) e incluso, me quedé boquiabierto con el gran número de vallas publicitarias y marquesinas de guaguas que anunciaban un libro. Estaba claro que dentro de la industria de consumo cultural de este país, el libro seguía siendo un producto estrella. Desafortunadamente, al final no pudimos quedar con Eszter, una de nuestras traductoras magiares que trabajan en la obra de dos autores de la ciudad (Zoltán Kőrösi y János Háy) que preparamos para el próximo año.
Punto y a parte fueron la gastronomía y los vinos del país. Verdadero deleite para nuestros sentidos en las cenas y el almuerzo de despedida. Una sorpresa que nos hacía disipar la monotonía de la lluvia, y aunque nuestro aspecto era desastroso (empapados y con cholas), el personal nos trató del diez (como dicen algunos por aquí). Pero esto Inma lo contará con detalle en su blog.

domingo, 21 de junio de 2009

Volver a las trincheras

Hace más de mes y medio que me asomé por última vez a esta ventana. Por entonces, aún estaban recientes mis heridas de la batalla anterior con la lumbagia. Desde entonces, esas heridas se han cerrado y me he inmerso como agua en tierra reseca en una cantidad de actividades frenéticas. Lo primero que se nos venía encima, fue el Acercando Orillas de Madrid, donde se reunieron más de una decena de autores en un encuentro emocionante donde parte de la "familia bailonga" compartía la palabra, la poesía y las cervezas.
Después de una semana acompañando a Inma por tierras croatas, volví relajadito y con ganas de ir tomándole nuevamente el pulso a las actividades editoriales. Ahí estaban dos ferías por organizar y llevar -Tenerife y Madrid-. Especialmente la última, donde por primera vez, y tras muchos años de intentos, el nombre de la editorial lucía estampado en una de las casetas instaladas en el Retiro. Para estar a la altura de las circunstancias, tuvimos que engrasar la máquina de edición. Durante la última semana de mayo y la dos primeras de junio, sacamos más de 20 títulos entre novedades y reediciones. Fue la ocasión para ponerle cara a muchos autores que sólo conocía a través de mail o teléfono.
También tuvimos unos días de especial difusión en los medios, gracias a la mesa redonda sobre el worst seller, ya que fuimos una de las editoriales incluidas en dicha mesa -pero ya la editora de la editorial habla de ello en su blog (http://lagatacristi.blogspot.com/).
Después de 17 días intensos entre caseta, Leganés y Tenerife, llegó la hora del balance y asentir con los resultados. Nos sentimos contentos con el resultado y volveremos a repetir el próximo año.
Ahora, he vuelto al relax, con Inma me he venido a celebrar su cumple, la he traido por sorpresa a Budapest y tras dos días en ella, la sonrisa en el semblante y el sosiego se va acumulando en la patas de gallo. Recargando pilas y preparando la estrategia para julio y agosto, los meses que más a gusto paso trabajando detrás del ordenador.
Pero de aquí a allá, seguiré asomándome a esta ventana y seguiré contando mis andares.
Sólo espero que el tiempo en que esto suceda, no se alarge como esta última vez.

lunes, 4 de mayo de 2009

Cómo seguir editando y no morir en la indiferencia

El otro día me llegó a través del Facebook una carta del editor de Legados Ediciones, que comparto como muchos de los pequeños editores que sufrimos los mismos desalientos.
Se las transcribo tal cual:

Asunto: CARTA DE UN EDITOR DE LIBROS
CONCLUSIONES sobre el MUNDO EDITORIAL tras un año con LEGADOS.
(No siempre ocurre así, ADVIERTO, pero es la regla general).
- Los libreros no cogen nuestros libros, prefieren los que se venden como churros. No hablo sólo de las grandes superficies comerciales, sino de pequeños libreros que van con la bandera de "alternativos" por la vida.- Las distribuidoras no distribuyen lo que no es comercial. Muchas veces las propias editoriales distribuyen por su cuenta, porque no se fían, aun cuando tengan una distribuidora a su servicio. No hay más que ver los catálogos de un distribuidor: Códigos da Vinci, Los caballeros del Santo Grial, literatura erótica y libros fantásticos para adolescentes.- Los medios de comunicación no promocionan más que lo que les reporta beneficios a sus propias empresas de comunicación. Sólo en los blogs y revistas virtuales se puede tener cierto eco.- Algunos periodistas nos piden dinero a cambio de una reseña. Eso se llama publicidad, no periodismo. A un periodista debe pagarle su medio, igual que a nosotros nos deben pagar los lectores.- Los medios sobreviven gracias a la publicidad. Es otro tipo de AUTOEDICIÓN (para los críticos con la edición de autor, habría que mencionar la cantidad de dinero que les da a los grandes periódicos los anuncios de prostitución que ayudan a sostener a las mafias que luego critican).- Algunos jefes de redacción revenden los libros no reseñados en sus medios (al menos 100 títulos a la semana) a libreros y así se sacan un dinero extra (300-400 euros a la semana). No lo hacen ellos directamente, son tan cobardes que mandan al portero o vigilante de la empresa.- Los críticos tampoco se interesan más que por aquello que publican sus amigos literarios. Incluso tienen muchos problemas para publicar sus reseñas cuando son demasiado “alternativas”.- El público prefiere gastarse 20 euros en libros comerciales antes que 8-12 euros en un libro de un autor que está empezando. Y contra eso pocos argumentos se pueden ofrecer cuando una editorial pretende sobrevivir gracias a sus ventas (sin más ingresos que los de sus lectores, sin subvenciones ni autoedición).
NO ES SIEMPRE ASÍ: hay buenos lectores, libreros, periodistas, críticos, blogueros y distribuidores que están interesados en la buena literatura y con ellos colaboramos. Pero por desgracia, son una minoría.
Esto es un SUPERMERCADO, tiene poco que ver con la cultura. Eso sí, a todos estos gremios se les llena la boca al declararse los grandes defensores de la “cultura”.
Contra esta manipulación, sólo quedan las redes sociales alternativas, especialmente Internet. Aunque ya hay intentos de control por parte de los estamentos oficiales.
Con estas circunstancias, es cada día más complicado resistir. Pero seguiremos intentándolo.
Agustín Sánchez Antequera, editor.http://www.legadosediciones.com/

domingo, 19 de abril de 2009

CIÁTICA, DOLOR DE MUELAS Y CORAZONES SIN FRONTERAS


Llevo más de quince días viviendo al ras de la moqueta o del parquet. Del regreso de los "parises" me traje un pequeño dolor de cintura que con el transcurso de los días y ya con los pies en la isla, se fue convirtiendo en un dolor estable y continuo. El caso es que al tercer día fue ya tanta la cosa que no pude caminar ni sentarme simplemente a la mesa para comer. Me vi convertido en un lagarto o culebra, arrastrándome de un lado a otro sobre mi tripa e impulsándome con las manos. Este estado, para un editor autónomo e "independiente", es como una huelga general. La editorial queda maltrecha y una ristra de autores se quedan en palanca sin una fecha clara donde poder ver el nacimiento de sus "hijos". Estamos en plena fecha de lanzamientos de novedades, y algún edicto divino me ordena a que me pare. ¿Qué me querrá decir?
Mi cuerpo ha pasado en estas semanas por fisioterapeutas, acupuntores, médicos de la seguridad social y osteópatas sin una propuesta clara a qué hacer. En este día que escribo, aun sigo durmiendo en el suelo -por fin he podio estar 5 horas seguidas con los párpados cerrados-, pero he recuperado el estar de pie unos largos 20 minutos y poder posarme en una silla y hacer las comidas como dios manda. Pero por si a los hados no les fuera suficiente mi estado de postración, ayer apareció un tremendo dolor de muelas que me tiene solo a líquidos que acompañan al reguero de píldoras con las que cada día me atiborro. Pero a lo que iba con este post, es a los corazones, a los tremendos corazones que me han acompañado en estos días y que han hecho que mi vida fuera más cómoda, más esperanzadora con respecto a salir de este estado. Como nuestro "Acercando Orillas", estos han sido unos "Corazones sin Fronteras". Así que sólo me resta hacer un reconocimiento a todos ellos: al de Ángela Ramos y sus sesiones de shiatsu, al de Nieves Jesús, sus palabras y servicio de limusina; a Idir Expósito y sus atenciones, su servicio de intendencia, sus besos y su aguante a mis quejidos; a Carnen "Rosa" y su venida hasta mi domicilio -a pesar del estado de su cadera- a traerme su caldo y su amor -madre solo hay una-; a Eva Gómez, su servicio de intendencia y sus horas en los fogones; a Ángeles Alonso y sus servicios de intendencia, enfermería, cocina y cariño a raudales; a Eva Darias y sus cuidados espirituales, sus servicios de limusina, intendencia, cocina y sus manos mágicas; y a mi novia, Inma Luna, que voló hasta la isla y me reanimó con su luz, sus palabras y su calor. Gracias a todos ellos.

domingo, 29 de marzo de 2009

París, autores, imagen y coherencia del catálogo


El fin de semana pasado nos fuimos a París. Esta vez no me llevé ordenador, y quería pasar cuatro días de desconexión y desintoxicación, sin saber de autores, imprenta, bases de datos, originales, correctores de texto o lectores. Hacía un frío que pelaba, así que ni mis cholas camufladas ni mi chaqueta sport de pana roja, me hicieron favor alguno. Me pasé los días con las manos en los bolsillos y tiritando como un condenado. Como siempre hacemos en las ciudades que visitamos, dimos buena cuenta de las aceras de la ciudad, como siempre, pateamos lo indecible. En casi todos ellos me sorprendió esta vez, la cantidad de homeless que se hacían acompañar por perros –supongo que depositarios del cariño que no encuentran en los de nuestra especie-. Ya en Madrid, Violeta comentaba que también allí había muchos, pero yo, nunca había visto tal cantidad como en Paris.
En los comentados paseos, siempre busqué un momento para visitar las librerías y hacerme idea de las novedades, autores y títulos que destacaran en las estanterías. Sigo en busca y captura de autores de otras latitudes que puedan bailar al son del sol. En esos días me rondaba por la cabeza una reciente lectura de un artículo de Christopher Maclehose –editor inglés–, que decía: “Una editorial tiene que significar algo, ser reconocible por sus lectores, los coleccionistas de libros, sus autores potenciales y desde luego los libreros, los demás editores y los agentes literarios. Hay que esforzarse hasta lograr que reluzca aquello por lo que luchas, darte a conocer sólo por lo que es excelente”. Y esa idea está en el percutor de mi trabajo, una y otra vez dándole al gatillo para que salgan disparados los logros y resultados que hagan que los libros de la editorial estén en las estanterías de las librerías españolas como cabeza de puente hacia los potenciales lectores. Y para poder significar algo, hay que nutrirse de “nombres”, tener cierta coherencia en autores y temáticas que queramos formen parte de nuestro catálogo. Catálogo que será nuestro escaparate, nuestra imagen hacia los demás y nuestro patrimonio para el camino que tengamos que trazar en el futuro. Otro editor, Roberto Calasso, comentaba que tener un mal título en un catálogo era “como introducir un personaje equivocado en una novela, una figura que podría desequilibrar el conjunto o falsearlo”.
Entre esos equilibrios ando ahora, tratando de perfilar a los actores que no desentonen en nuestro escenario.

viernes, 20 de marzo de 2009

23 PANDORAS EN RUTA


Llegó el día tan esperado, la presentación en el Fnac de Callao. Allí se dieron cita 10 de las muchachas y todos los componentes de la editorial para el evento más importante de estos primeros meses del año. Mucho nerviosismo y un sabor agridulce tras el acto. Fue atípico, diferente a cualquier presentación de un libro de poesía, pero a mi entender, faltó cohesión en las pandoras -algunas se veían por primera vez allí- y no terminó por ser el acto festivo que todos estábamos esperando. Como aprendiz en estas lides, me sirvió para tomar nota sobre la dificultad de una puesta en escena con muchos personajes, y para corregir el guión de próximas representaciones. Agradecer a todas las pandoras que asistieron, su dedicación, su esfuerzo por estar allí, viniendo de lugares tan dispares de la geografía hispana. Una mención especial para el trio organizador y a Vicente por esos ánimos y entrega.
De todo aquel evento, les transcribo el poema colectivo que a modo de letanía cerró el acto y es una pequeña muestra de las voces que se muestran en esta antología:

Poema 23 Pandoras

Toma mi mundo.
Tómalo y come,
muerde la pera de Colón,
el pezón del Paraíso
al que llegan tan sólo unos pocos
elegidos por la gracia divina.
Acurrucarse es fácil, casi tanto
como caminar de puntillas,
despacito
sobre tus huesos húmedos
de nieve sucia.
Es tu terreno, conoces
la técnica:
hablar con la intensidad misma
de rosas abriéndose muy rápido.
En mi mente no estaban
todos esos planes de los que hablas
sin parar. Nunca creí que las cosas
serían tan difíciles
Habité los mejores verbos
sin ser consciente
de que no eran los únicos,
de que había otros
aguardándome.
llamé al perro de la noche
le dije que me llevara lejos
me clavó los colmillos en un motel
olvidado hasta de la mano del diablo
y entre los pinos me desgarró
Aún no he aprendido
a morder esta vida manzana
como una loba,
como las mujeres antiguas de los libros.
en fin
el odio
el odio
los martes, es como un cuchillo.
También
como una
esponja.
Soy la Blancanieves negra
inmune a vuestro cianuro,
que escupe
a esos príncipes perfectos
plastificados y púberes.
Ya he probado
con todos los detergentes
pero ninguno saca
las miradas más difíciles
el invierno incrustado
¿No lo veis?
Soy eterna.
Tengo en los ojos
todo el presente del mundo
No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.
me gusta lo que hay entre el norte y el sur
pueden ser kilómetros o milímetros
es como si yo dijese que vivo en el sur del sur
y mis cosas están orientadas al norte
Sube a mi habitación, amor,
sabes que allí está la verdad.
Una mujer y un hombre
que comparten mucho más
que el miedo a la muerte.
Mis zapatos están ya pisando los destinos
las suelas pegándose a la magia de la primera vez
en medio de las fantasías geográficas
maúlla el felino de la vecina oriental.
Hay un polvo que viene de afuera
que la ciudad expulsa con sus toses.
Y hay otro desprendiéndose de mí
que cae como terrones de barro
cada vez que abro el puño
y suelto una certeza.
Temo parir un pez naranja
sin darme cuenta,
que se me escurra entre los muslos
y muera boqueando mientras duermo.
Cuando nací me pusieron
una pieza de Lego en mi mano
con una nota que decía:
sólo hay otra pieza
-de entre un millón-
que pueda encajar con la tuya,
Se necesita química, terapia, indiferencia,
para no vomitar ni desmayarse
como lo haría un maldito cobarde.
Sí.
Ahí fuera hay hombres
con musgo
entre los dientes.
Y están vivos.
¿Y qué te falta a ti?
¿y a ellos qué les sobra?.
Un pecho es un país
marchaos más lejos
esto es algo
entre él y yo
mirad
para otro lado
aquí tienes mis pies desnudos,
dispuestos
abrázalos, devuélveles la vida
nadie como tú
conoce el camino de regreso.

martes, 10 de marzo de 2009

Entre Saramago, mitómanos y Disneyworld

El lunes 2, estuvimos en la presentación del cuaderno de rodaje que el director brasileiro, Fernando Meirelles, ha hecho de su película A ciegas (adaptación de la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera). Esperaba encontrarme en la librería 8 y medio de Madrid con todo el mundo de la farándula literaria y cinematográfica de la capital, por lo que iba retraído -un aprendiz de editor con cholas y desastrado en un evento de tal malgnitud-, pero cual fue mi sorpresa, al encontrar sitio suficiente donde caminar, cómo me alcanzaban una copa amablemente y ponían a mi disposición los ágapes dispuestos para la ocasión. Por allí estaba codeándome con la Etxevarría, con el del pelo rizado de Gomaespuma, con actores conocidos y no tan conocidos, con la agente de Saramago, Nicole -con la que aproveché para seguir nuestra conversación aplazada en Povoa y en los mails, sobre varios autores africanos y brasileiros que quiero para baile-, etc. Lo curioso es que no había ni prensa ni fotógrafos, sólo uno de la librería. Me parecía increíble no estar rodeados de paparazzis en un acto como aquél -y luego de comprobar en los días posteriores, el bombo que se le dio a la presentación de la película en los medios-.
Pero a lo que iba con este post, es a aquello en lo que puede transformarse un personaje de la índole de Saramago -que por cierto, con su discurso, hizo gala de humor, socarronería y dejó sentado por qué es un maestro de la palabra y de actitud frente a la vida-, es decir, cómo un hombre de esa talla pasa de ser conferenciante a un personaje fetiche de todos aquellos que andaban por allí pululando. Sentado en un sillón, atendía pacientemente a todos aquellos que le daban un libro para firmar y se sentaban a su lado, para inmortalizar el momento -aquella escena me hacía recordar el viaje que hice hace unos años con mi hijo a Disneyworld, donde todos los niños con sus libretitas en las manos, corrían cada vez que veían a uno de los personajes de ese mundo de "ensueño", para que le firmase el autógrafo y quedar retratado para toda la eternidad-.
Me quedé, como me gusta quedarme a mí en estos casos, embelesado viendo la escena que se repetía una y otra vez.

martes, 3 de marzo de 2009

Originales (y 2)


Después de los informes que el comité de lectura nos trae, viene la etapa quizás más dura para un editor de nuestras características. Es el comunicar al autor que su obra no ha pasado el listón que es nuestro "gusto" editorial. En un principio, que eran menos los originales, optábamos por el mail o la carta más personal, pero vimos como surgían malos humores, malas palabras y a veces insultos por no aceptar una obra. Por eso, junto al incremento de la llegada de obras, pasamos a la carta tipo que utilizan el 95 % de las editoriales -he oído a muchos autores quejarse de ellas, por lo frías y deshumanizadas-. En nuestro caso, diciendo al autor directamente lo sucedido, sin nada más que explicitar, ya que como decía en el post anterior, la elección es una cuestión de gustos y no de calidades. Hablando el año pasado con Jorge Herralde en uno de las cenas de la Feria de la Edición y el Encuentro de Editores en Canarias, me decía algo parecido. Él en un principio redactaba personalmente las cartas, dando explicaciones del porqué no se había aceptado la obra, hasta el día en que un autor ofendido por su negativa mentó a su madre como respuesta; desde entonces también recurrió a la famosa carta tipo.

Al principio decía que se hace difícil para un editor de "nuestras características", porque primero que editores fuimos autores. Autores que buscaban desesperadamente una ventana que se abriera y aceptara nuestros originales. Por la negativa de las pocas editoriales que existían por entonces en las islas, surgió la idea de crear nuestra propia editorial. Así nació Baile del Sol, y allí se vieron convertidos en libros nuestros primeras obras.

Y ya como editores, también entendimos los riesgos que conlleva esta profesión, sobre todo cuando ejercemos de editor-secretaria-mecenas-empresario-ong en una misma persona, cuando se conjugan malabarismos económicos con gustos literarios.

Afortunadamente para quien esto escribe, parte de sus sueños se han ido cumpliendo, aunque no como lo esperaba. Vivo de la literatura y de los libros, pero desde el otro lado. Mis primeras obras han surgido para montar la infraestructura necesaria para que otras obras puedan asomarse a la ventana del papel impreso.

jueves, 26 de febrero de 2009

Originales (1)

Cada día llegan unas 5 obras de media hasta nuestro correo de originales. ¿Cómo puede haber tanto escritor? El otro día leí en un artículo, que a menos de nada, van a existir más escritores que lectores, ya que estos últimos menguan sin remedio y en cambio, los primeros no hacen más que aumentar. Afortunadamente para Cristi y para mí, contamos con un buen equipo de lectores que se encarga de realizarnos una buena criba antes de que llegue a nuestros ojos la obra. Afortunados porque son muchas horas las que nos pegábamos de lecturas, demasiadas veces insufribles, y otras con la pena en el cuerpo porque había autores que se les veía con capacidad, pero nuestras posibilidades tanto temporales como físicas no nos daban para más. Y buen equipo de lectores, ¿por qué? Porque simplemente hemos logrado sintonizar nuestros gustos literarios, y sobre todo ellos han sabido acoplarse a la línea editorial que nos hemos planteado desde el principio. Pero entonces, se dirán que cuáles son esos gustos para poder lanzar los tiros hacia ese lado. Pues ésos son tan dispares como tipos de insectos se achuchan en una selva tropical. El escritor inglés Ford Madox Ford lo describe muy bien cuando dice "Para enjuiciar la literatura contemporánea, el único baremo es el propio gusto. Si a usted le gusta mucho un nuevo libro, debe considerarlo literatura, aunque no encuentre otra alma que le dé la razón. Y si le disgusta un libro, ha de mantenerse firme en que no es literatura, aunque un millón de voces le griten que está equivocado. La decisión última la dictará el Tiempo" (The march of Literature)1. Pues más o menos ése es nuestro baremo para editar una obra no buscada, se basa en el gusto personal que hemos ido conjuntando los dos editores de este baile y que no tiene más razón de ser, que el de un estampido en los sentidos y su destilación hasta el corazón. Y luego, claro, la esperanza de que el futuro avale nuestra decisión.

1. Carles Barba escribe un buen artículo sobre Ford Madox Ford en el nº de febrero de Qué Leer.

lunes, 23 de febrero de 2009

Idir y Arquímides

Tiene 13 años, y según parece está escalando eso que llaman adolescencia. tiene mi altura, flaco, con los granos luchando por salir bajo su flequillo. un poco desgarbado, lento como la paciencia de Job. sufre con la lengua pero nada a gusto con las matemáticas, la tecnología y la música. el deporte mejor por la tele pero hace virguerías con el portátil. es incapaz de apalabrar sus sentimientos pero me puede volver loco describiéndome cualquier proceso físico. al hilo de esto, ha tergiversado la ley de Arquímides por su visión particular de la misma: "Todo cuerpo sumergido en un líquido, pierde tanto peso como ñoña (roña) se disuelve en este último". compartimos la casa siempre que estoy en la isla, por teléfono es incapaz de amarrar cinco frases. afortunadamente hay que prohibirle que siga leyendo para que por fín apague la luz y se duerma. es inquieto y creativo pero casi no tiene amigos. el cine nos une a la hora de la cena pero no le van nada los mp3.
a pesar de mis sermones casi diarios con sus despistes, lo echo de menos cuando no nos tropezamos en el baño. desde un 24 de diciembre de hace tantos años, puedo asegurar, que después de despegar por primera vez los párpados, es lo mejor que me ha pasado.

jueves, 19 de febrero de 2009

Póvoa de Varzim (y 2). Entre guepardos y gacelas thompson

Después de muchos días intensos, conociendo gente, descubriendo obras, haciendo trato con autores, agentes y editores; aprendiendo y disfrutando de muchas de las ponencias, llega la hora de la observancia, el momento en que todos los músculos del cuerpo caen en el relajo. Los ojos se convierten en la punta de lanza, en escrutadores de la condición humana. Desde muy chico, siempre me gustó pararme y ponerme a observar, a tener la paciencia del cazador de imágenes, del recolector de cotidianidades. Y desde entonces, después de captar y guardar las múltiples reiteraciones de los actos, me pongo a esbozar, a elucubrar teorías que formarán y darán vida a los personajes de mis posibles futuros escritos.
Uno de estos actores de mi cosmología particular suele presentarse en este tipo de reuniones gremiales. Les paso a contar:
Hay ocasiones en que la teoría de los sentimientos -las grandes epopeyas del amor cantado por el amante sobre su cónyuge, las florituras y los adornos con que se repuja el corazón- cae al suelo y se fractura, desaparece, se convierte en un eco lejano, pasa a ser una flor marchita, una cagada de paloma en el parabrisas, un empaste desprendido de una muela... Y estos encuentros literarios -por supuesto que también quedan incluidos los de panaderos, vendedores de pollos, pintores, decoradores, oficinistas, reparadores de escarpelos, etc.- son una muestra repetitiva de este hecho. Siempre podemos encontrar al asistente, que en los primeros días, después de unas horas de whisky y charlas a la vera de la barra del bar, hace incapié en defender la teoría de poseer la pareja perfecta. Para ello hace una exposición locuaz y atribulada de su pasión, de la pulidez de su fidelidad, una oda a los beneplácitos en que se haya sumergido. Pero al tercer día, aparece sobre el hombro izquierdo del desdichad@, el diablito rojo que tira por tierra toda su palabrería de días anteriores. Esa tercera noche pasa de la plenitud al fin del armisticio sentimental. Se convierte en guepard@ de la sabana tras la gacela thompson o ñu que se le ponga delante del hocico.
Desde mi confortable butaca, tras mi mirada aguardentosa, asisto con una sonrisa de post-it, a uno más de los documentales de national geographic, pensando en la bocacidad de estos felinos ilustrados. Cómo, por mérito propio, se incorporan a mi galería particular de personajillos con cascabel.

martes, 17 de febrero de 2009

Póvoa de Varzim (1)



Después de cuatro días intensos en Póvoa de Varzim, asistiendo a Correntes D'Escritas, regresamos a la isla con la sensación de que es "posible" que un encuentro de escritores, editores, agentes literarios, traductores... pueda reunir a un público interesado por este mundo del libro. Las diferentes conferencias a las que pudimos asistir estaban siempre repletas, los asistentes que no encontraban butacas donde sentarse se mantenían estoicamente de pie o sentados en los pasillos. Para mí, que he acudido a unos cuantos encuentros, esto me parecía surrealista y no dejaba de llenarme de satisfacción ver a aquella masa atenta a lo que se decía y participando en los debates.
La organización del evento fue impecable, con la participación de decenas de voluntarios entregados a la misión encomendada con una amabilidad exquisita y una puntualidad casi británica. Enhorabuena Manuela por tu trabajo.
De lo que allí nos aconteció hablaremos en la siguiente entrada.

domingo, 8 de febrero de 2009

en días idénticos a nubes

hoy he terminado de corregir el próximo libro que editaremos de ana pérez cañamares, en días idénticos a nubes, un volumen de relatos que me ha dejado un gustirrín en el alma y una sonrisa en el corazón después de terminar por segunda vez su lectura. esta chica me encanta, me gusta cómo sabe trasmitir a través de sus palabras y sus historias, cómo es capaz de crear imágenes -más que crear, podría decir rescatar-, cómo es capaz de hacerme viajar por los años, a través del tubo del tiempo, hacía el pasado, justo a la edad en que se encuentra ahora mi hijo, la preadolescencia. su prosa, abalada por la sencillez y desalojada de artilugios y adornos grandilocuentes, es quizás una de las que más he disfrutado en estos últimos meses.
aunque ana actualmente se ha embarcado en la poesía-y según sus palabras es donde en estos momentos se siente más a gusto, de ahí su primer poemario la alambrada de mi boca y próximamente, Alfabeto de cicatrices-, sus fans la animamos a continuar con su labor como narradora, que seguro, nos depararía grandes satisfacciones.

EL SOL DE NOCHE
Ella es de esa gente que fuma en las cuestas, que se bebe un litro
de coca-cola de un trago, que sonríe cuando la expulsan de clase y se
tira vestida a la piscina, ella es la amiga-vendaval, ésa que te arrastra
y te asusta, que adoras y temes, que te dice ven y sabes que
algo va a pasar.
—Ven —me dice.
Y voy, esta vez a la fiesta que hace Pablo, porque sus padres
se han ido, y cuando llegamos todos nos saludan y nos ofrecen
porros y la música sube de volumen, y ella grita y salta, y dice
«esto es guay, qué de puta madre», y tira de mi brazo y lo sacude al
ritmo del chunda chunda, y me hace sentir que bailo bien, pero luego
me suelta y el ritmo se me escapa y cuando me vuelvo a buscarla
no está, pregunto por ella y está en el baño, preparando una
sangría en un barreño, remueve con el brazo el vino, la fruta, el
hielo que los demás van echando y luego saca la mano y me mete
los dedos en la boca, «pruébala, qué le falta», y yo no encuentro
que nada le falte, más bien diría que se ha pasado con el vino, pero
no me atrevo a decírselo, porque ella ya está sorbiendo asomada
al borde del barreño.
Luego, a la hora de «qué mala estoy, todo me da vueltas», soy
yo quien la sostengo en medio de la calle, y sus vómitos me huelen
siempre a lo mismo, como si no comiera otra cosa que hígado
empanado y coliflor, se lo digo y se ríe, y luego sigue vomitando,
y quisiera taparla de las miradas de ese señor que no nos quita ojo,
pero mi cuerpo no da para tanto y ella dice «joder, siempre igual»,
y siento que está cansada, pero la animo a seguir caminando, casi
cargo con ella, entre las dos no juntamos para el taxi y el metro la
marearía más, así que caminamos y caminamos por la ciudad de
noche, bajo la luz de las farolas y de una luna tan brillante que
parece una bombilla desnuda, y entonces recuerdo que la luna no
tiene luz propia, que el sol le presta su reflejo, y qué, me encojo de
hombros, ahora es el momento de la luna, brillará toda la noche
hasta que el sol salga de nuevo, pero eso no será hasta mañana.

sábado, 7 de febrero de 2009

juan antonio y la avenida de las farolas mustias


juan antonio es mi padre, con casi 82 años, padece un sinfín de enfermedades y operaciones. a estas alturas de su vida, su máxima ilusión es que lo saquen a pasear un rato en el coche los días que no le toca diálisis. y el jueves último fue uno de esos días. comí con él y con mi madre y luego salí con él en busca de mi hijo por el instituto. así, en un momento, en el coche nos juntamos tres generaciones. decidí llevarlos a casa, junto a la costa, para que viera las enormes olas que sacudían la vertiente norte de la isla en estos días. y entrando ya en el pueblo, soltó una de sus típicas frases "entramos en la avenida de las farolas mustias", y ciertamente era eso, con su lenguaje poético y fresco que siempre admiré, describía las nuevas farolas que el ayutamiento había colocado recientemente en la avenida por la que ahora pasábamos, ligeramente volcadas hacia el asfalto desde el pie, en un ángulo de 15º. volvía a sorprenderme, había salido por unos instantes del ostracismo metódico y me había regalado nuevamente una de sus frases -ya me había dado la que da título a mi primer poemario, te doy una patada en la barriga que te saco las uñas de los dedos de los pies por los ojos-. volví a agradecerle en mis pensamientos que fuera él quien me hubiera metido el gusanillo por los libros, por escribir, por editar. fueron sus poemas escritos a mi madre; su novela quemada por una mala crítica; sus lecturas y mi curiosidad por los libros que traía el señor de círculo de lectores; su capacidad para terminar los crucigramas y tener siempre respuesta a mi pregunta sobre términos farragosos; su perorata surrealista e ingeniosa cuando estaba alegre y me llevaba en los largos veranos a trabajar con él pintando y empapelando casas.

desde el jueves pasado, la avenida de las farolas mustias, será el nombre de la carretera que lleva hasta casa.

miércoles, 4 de febrero de 2009

de vuelta a la isla


Regreso a la isla después de 15 días en Madrid. Llevo tres meses dedicados a ser un editor no dependiente, es decir, intentando vivir solamente de esto, y aunque resulta difícil en lo económico, en lo espiritual me tiene pletórico. Éste tiene que ser el año de la editorial, aunque sólo se oiga la palabra 'crisis' por doquier, y las ventas -más que ventas hay que hablar de devoluciones- no despunten. Aún así, hay que abonar el terreno, plantar, y cuidar los brotes en esta época aciaga. Y en eso estamos, todo el equipo, con unas ganas enormes.

En mi estancia capitalina he tenido reuniones con los nuevos impresores; con los comerciales; junto a Déborah en la distribuidora, planificando nuevas alternativas para que nuestros libros estén en el mayor número de librerías posibles y preparando la salida de 23 Pandoras; con María José intentando llegar a un acuerdo para que monte nuestro gabinete de prensa; con la Comisión de Pequeñas Editoriales donde estamos agremiados viendo las posibilidades de estar en la Feria del Retiro con stand propio...

Así que regreso lleno de bríos renovados, brincándome los párpados de tanto tic y redescubriendo que el tiempo es un haz de luz que apenas retenemos, de lo veloz, cuando lo que nos gusta hacer es casi toda nuestra indumentaria diaria.

Así que los animo a todos, bailones y no bailones, gente de a pie y de a caballo, a esta etapa de renovación y crecimiento. Ojalá a todos nos sea fructífero el camino.

domingo, 1 de febrero de 2009

bienvenidos

Hoy comienza a rodar este blog, al igual que mi compañera de editorial, quisiera contarles a través de este espacio, el acontecer de un aprendiz de editor. Iré dejando en este papel electrónico mis visiones del mundo editorial en el que me muevo así como otros aspectos más personales que crea pueden interesar a todos aquellos que se acerquen hasta esta ventana.
Los invito a participar conmigo en esta andanza y que me vayan dejando sus impresiones, anhelos, disgustos y visiones de su discurrir humano y literario.
Así que, alejop!!, comencemos a andar.