domingo, 19 de abril de 2009

CIÁTICA, DOLOR DE MUELAS Y CORAZONES SIN FRONTERAS


Llevo más de quince días viviendo al ras de la moqueta o del parquet. Del regreso de los "parises" me traje un pequeño dolor de cintura que con el transcurso de los días y ya con los pies en la isla, se fue convirtiendo en un dolor estable y continuo. El caso es que al tercer día fue ya tanta la cosa que no pude caminar ni sentarme simplemente a la mesa para comer. Me vi convertido en un lagarto o culebra, arrastrándome de un lado a otro sobre mi tripa e impulsándome con las manos. Este estado, para un editor autónomo e "independiente", es como una huelga general. La editorial queda maltrecha y una ristra de autores se quedan en palanca sin una fecha clara donde poder ver el nacimiento de sus "hijos". Estamos en plena fecha de lanzamientos de novedades, y algún edicto divino me ordena a que me pare. ¿Qué me querrá decir?
Mi cuerpo ha pasado en estas semanas por fisioterapeutas, acupuntores, médicos de la seguridad social y osteópatas sin una propuesta clara a qué hacer. En este día que escribo, aun sigo durmiendo en el suelo -por fin he podio estar 5 horas seguidas con los párpados cerrados-, pero he recuperado el estar de pie unos largos 20 minutos y poder posarme en una silla y hacer las comidas como dios manda. Pero por si a los hados no les fuera suficiente mi estado de postración, ayer apareció un tremendo dolor de muelas que me tiene solo a líquidos que acompañan al reguero de píldoras con las que cada día me atiborro. Pero a lo que iba con este post, es a los corazones, a los tremendos corazones que me han acompañado en estos días y que han hecho que mi vida fuera más cómoda, más esperanzadora con respecto a salir de este estado. Como nuestro "Acercando Orillas", estos han sido unos "Corazones sin Fronteras". Así que sólo me resta hacer un reconocimiento a todos ellos: al de Ángela Ramos y sus sesiones de shiatsu, al de Nieves Jesús, sus palabras y servicio de limusina; a Idir Expósito y sus atenciones, su servicio de intendencia, sus besos y su aguante a mis quejidos; a Carnen "Rosa" y su venida hasta mi domicilio -a pesar del estado de su cadera- a traerme su caldo y su amor -madre solo hay una-; a Eva Gómez, su servicio de intendencia y sus horas en los fogones; a Ángeles Alonso y sus servicios de intendencia, enfermería, cocina y cariño a raudales; a Eva Darias y sus cuidados espirituales, sus servicios de limusina, intendencia, cocina y sus manos mágicas; y a mi novia, Inma Luna, que voló hasta la isla y me reanimó con su luz, sus palabras y su calor. Gracias a todos ellos.