domingo, 29 de marzo de 2009

París, autores, imagen y coherencia del catálogo


El fin de semana pasado nos fuimos a París. Esta vez no me llevé ordenador, y quería pasar cuatro días de desconexión y desintoxicación, sin saber de autores, imprenta, bases de datos, originales, correctores de texto o lectores. Hacía un frío que pelaba, así que ni mis cholas camufladas ni mi chaqueta sport de pana roja, me hicieron favor alguno. Me pasé los días con las manos en los bolsillos y tiritando como un condenado. Como siempre hacemos en las ciudades que visitamos, dimos buena cuenta de las aceras de la ciudad, como siempre, pateamos lo indecible. En casi todos ellos me sorprendió esta vez, la cantidad de homeless que se hacían acompañar por perros –supongo que depositarios del cariño que no encuentran en los de nuestra especie-. Ya en Madrid, Violeta comentaba que también allí había muchos, pero yo, nunca había visto tal cantidad como en Paris.
En los comentados paseos, siempre busqué un momento para visitar las librerías y hacerme idea de las novedades, autores y títulos que destacaran en las estanterías. Sigo en busca y captura de autores de otras latitudes que puedan bailar al son del sol. En esos días me rondaba por la cabeza una reciente lectura de un artículo de Christopher Maclehose –editor inglés–, que decía: “Una editorial tiene que significar algo, ser reconocible por sus lectores, los coleccionistas de libros, sus autores potenciales y desde luego los libreros, los demás editores y los agentes literarios. Hay que esforzarse hasta lograr que reluzca aquello por lo que luchas, darte a conocer sólo por lo que es excelente”. Y esa idea está en el percutor de mi trabajo, una y otra vez dándole al gatillo para que salgan disparados los logros y resultados que hagan que los libros de la editorial estén en las estanterías de las librerías españolas como cabeza de puente hacia los potenciales lectores. Y para poder significar algo, hay que nutrirse de “nombres”, tener cierta coherencia en autores y temáticas que queramos formen parte de nuestro catálogo. Catálogo que será nuestro escaparate, nuestra imagen hacia los demás y nuestro patrimonio para el camino que tengamos que trazar en el futuro. Otro editor, Roberto Calasso, comentaba que tener un mal título en un catálogo era “como introducir un personaje equivocado en una novela, una figura que podría desequilibrar el conjunto o falsearlo”.
Entre esos equilibrios ando ahora, tratando de perfilar a los actores que no desentonen en nuestro escenario.

viernes, 20 de marzo de 2009

23 PANDORAS EN RUTA


Llegó el día tan esperado, la presentación en el Fnac de Callao. Allí se dieron cita 10 de las muchachas y todos los componentes de la editorial para el evento más importante de estos primeros meses del año. Mucho nerviosismo y un sabor agridulce tras el acto. Fue atípico, diferente a cualquier presentación de un libro de poesía, pero a mi entender, faltó cohesión en las pandoras -algunas se veían por primera vez allí- y no terminó por ser el acto festivo que todos estábamos esperando. Como aprendiz en estas lides, me sirvió para tomar nota sobre la dificultad de una puesta en escena con muchos personajes, y para corregir el guión de próximas representaciones. Agradecer a todas las pandoras que asistieron, su dedicación, su esfuerzo por estar allí, viniendo de lugares tan dispares de la geografía hispana. Una mención especial para el trio organizador y a Vicente por esos ánimos y entrega.
De todo aquel evento, les transcribo el poema colectivo que a modo de letanía cerró el acto y es una pequeña muestra de las voces que se muestran en esta antología:

Poema 23 Pandoras

Toma mi mundo.
Tómalo y come,
muerde la pera de Colón,
el pezón del Paraíso
al que llegan tan sólo unos pocos
elegidos por la gracia divina.
Acurrucarse es fácil, casi tanto
como caminar de puntillas,
despacito
sobre tus huesos húmedos
de nieve sucia.
Es tu terreno, conoces
la técnica:
hablar con la intensidad misma
de rosas abriéndose muy rápido.
En mi mente no estaban
todos esos planes de los que hablas
sin parar. Nunca creí que las cosas
serían tan difíciles
Habité los mejores verbos
sin ser consciente
de que no eran los únicos,
de que había otros
aguardándome.
llamé al perro de la noche
le dije que me llevara lejos
me clavó los colmillos en un motel
olvidado hasta de la mano del diablo
y entre los pinos me desgarró
Aún no he aprendido
a morder esta vida manzana
como una loba,
como las mujeres antiguas de los libros.
en fin
el odio
el odio
los martes, es como un cuchillo.
También
como una
esponja.
Soy la Blancanieves negra
inmune a vuestro cianuro,
que escupe
a esos príncipes perfectos
plastificados y púberes.
Ya he probado
con todos los detergentes
pero ninguno saca
las miradas más difíciles
el invierno incrustado
¿No lo veis?
Soy eterna.
Tengo en los ojos
todo el presente del mundo
No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.
me gusta lo que hay entre el norte y el sur
pueden ser kilómetros o milímetros
es como si yo dijese que vivo en el sur del sur
y mis cosas están orientadas al norte
Sube a mi habitación, amor,
sabes que allí está la verdad.
Una mujer y un hombre
que comparten mucho más
que el miedo a la muerte.
Mis zapatos están ya pisando los destinos
las suelas pegándose a la magia de la primera vez
en medio de las fantasías geográficas
maúlla el felino de la vecina oriental.
Hay un polvo que viene de afuera
que la ciudad expulsa con sus toses.
Y hay otro desprendiéndose de mí
que cae como terrones de barro
cada vez que abro el puño
y suelto una certeza.
Temo parir un pez naranja
sin darme cuenta,
que se me escurra entre los muslos
y muera boqueando mientras duermo.
Cuando nací me pusieron
una pieza de Lego en mi mano
con una nota que decía:
sólo hay otra pieza
-de entre un millón-
que pueda encajar con la tuya,
Se necesita química, terapia, indiferencia,
para no vomitar ni desmayarse
como lo haría un maldito cobarde.
Sí.
Ahí fuera hay hombres
con musgo
entre los dientes.
Y están vivos.
¿Y qué te falta a ti?
¿y a ellos qué les sobra?.
Un pecho es un país
marchaos más lejos
esto es algo
entre él y yo
mirad
para otro lado
aquí tienes mis pies desnudos,
dispuestos
abrázalos, devuélveles la vida
nadie como tú
conoce el camino de regreso.

martes, 10 de marzo de 2009

Entre Saramago, mitómanos y Disneyworld

El lunes 2, estuvimos en la presentación del cuaderno de rodaje que el director brasileiro, Fernando Meirelles, ha hecho de su película A ciegas (adaptación de la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera). Esperaba encontrarme en la librería 8 y medio de Madrid con todo el mundo de la farándula literaria y cinematográfica de la capital, por lo que iba retraído -un aprendiz de editor con cholas y desastrado en un evento de tal malgnitud-, pero cual fue mi sorpresa, al encontrar sitio suficiente donde caminar, cómo me alcanzaban una copa amablemente y ponían a mi disposición los ágapes dispuestos para la ocasión. Por allí estaba codeándome con la Etxevarría, con el del pelo rizado de Gomaespuma, con actores conocidos y no tan conocidos, con la agente de Saramago, Nicole -con la que aproveché para seguir nuestra conversación aplazada en Povoa y en los mails, sobre varios autores africanos y brasileiros que quiero para baile-, etc. Lo curioso es que no había ni prensa ni fotógrafos, sólo uno de la librería. Me parecía increíble no estar rodeados de paparazzis en un acto como aquél -y luego de comprobar en los días posteriores, el bombo que se le dio a la presentación de la película en los medios-.
Pero a lo que iba con este post, es a aquello en lo que puede transformarse un personaje de la índole de Saramago -que por cierto, con su discurso, hizo gala de humor, socarronería y dejó sentado por qué es un maestro de la palabra y de actitud frente a la vida-, es decir, cómo un hombre de esa talla pasa de ser conferenciante a un personaje fetiche de todos aquellos que andaban por allí pululando. Sentado en un sillón, atendía pacientemente a todos aquellos que le daban un libro para firmar y se sentaban a su lado, para inmortalizar el momento -aquella escena me hacía recordar el viaje que hice hace unos años con mi hijo a Disneyworld, donde todos los niños con sus libretitas en las manos, corrían cada vez que veían a uno de los personajes de ese mundo de "ensueño", para que le firmase el autógrafo y quedar retratado para toda la eternidad-.
Me quedé, como me gusta quedarme a mí en estos casos, embelesado viendo la escena que se repetía una y otra vez.

martes, 3 de marzo de 2009

Originales (y 2)


Después de los informes que el comité de lectura nos trae, viene la etapa quizás más dura para un editor de nuestras características. Es el comunicar al autor que su obra no ha pasado el listón que es nuestro "gusto" editorial. En un principio, que eran menos los originales, optábamos por el mail o la carta más personal, pero vimos como surgían malos humores, malas palabras y a veces insultos por no aceptar una obra. Por eso, junto al incremento de la llegada de obras, pasamos a la carta tipo que utilizan el 95 % de las editoriales -he oído a muchos autores quejarse de ellas, por lo frías y deshumanizadas-. En nuestro caso, diciendo al autor directamente lo sucedido, sin nada más que explicitar, ya que como decía en el post anterior, la elección es una cuestión de gustos y no de calidades. Hablando el año pasado con Jorge Herralde en uno de las cenas de la Feria de la Edición y el Encuentro de Editores en Canarias, me decía algo parecido. Él en un principio redactaba personalmente las cartas, dando explicaciones del porqué no se había aceptado la obra, hasta el día en que un autor ofendido por su negativa mentó a su madre como respuesta; desde entonces también recurrió a la famosa carta tipo.

Al principio decía que se hace difícil para un editor de "nuestras características", porque primero que editores fuimos autores. Autores que buscaban desesperadamente una ventana que se abriera y aceptara nuestros originales. Por la negativa de las pocas editoriales que existían por entonces en las islas, surgió la idea de crear nuestra propia editorial. Así nació Baile del Sol, y allí se vieron convertidos en libros nuestros primeras obras.

Y ya como editores, también entendimos los riesgos que conlleva esta profesión, sobre todo cuando ejercemos de editor-secretaria-mecenas-empresario-ong en una misma persona, cuando se conjugan malabarismos económicos con gustos literarios.

Afortunadamente para quien esto escribe, parte de sus sueños se han ido cumpliendo, aunque no como lo esperaba. Vivo de la literatura y de los libros, pero desde el otro lado. Mis primeras obras han surgido para montar la infraestructura necesaria para que otras obras puedan asomarse a la ventana del papel impreso.