viernes, 31 de diciembre de 2010

llaman a la puerta mientras corrijo Los lados del círculo

último día del año. llevo toda la mañana ante el ordenador, entre seguir enviando promoción de Stoner –creo que ya tengo machacados a todos los posibles lectores, blogs, amigos y familiares que les pueda interesar la lectura de esta obra- y, terminando las correcciones pertinentes a otro de los títulos a editar durante el primer trimestre de ese año que anda ya tocando a nuestra puerta, Los lados del círculo, libro de relatos de un narrador brasilero, Amilcar Bettega. noto en estas horas de cibernauta que no queda casi nadie detrás de la pantalla, hoy apenas han llegado mails y las entradas al facebook y al blog de la editorial son mínimas. he optado por levantarme un rato de la silla y asomarme al balcón, ver que se cuece por ahí abajo. hay bañistas nadando en la piscina y otras personas tomando el sol. me apoyo en la barandilla manchada de salitre y contemplo como hoy las pocas olas que vienen hasta mi orilla están llenas de surferos –claro, vacaciones y buen tiempo-. recuerdo siempre este día con la misma melancolía, año tras año: el irse un tiempo en el que prometimos y quisimos lograr tantas cosas y la llegada de otro donde volveremos a repetir los mismos deseos y propósitos. voy padeciendo entonces como de un aletargamiento sensorial, repasando recuerdos, sensaciones, estados, visualizando rostros y escenas... en fin, queda ya poco para abrirle la puerta y dejarlo entrar y decirme para mis adentros, éste sí, éste va a ser el bueno.

los dejo ahora con una muestra de la escritura de Amilcar, un verdadero maestro de la palabra.


Sentado a la mesa de escribir, con la hoja aún en blanco (fallo), tanteo. Y sólo a partir de ese tanteo que nace de mi falta de foco, del desfase entre lo que realmente es y lo que siento y veo yo, sólo a partir de ahí logro continuar y acercarme a ti o a aquello en lo que te he convertido. Ciruela. Ahora estás dentro de mí y eso es lo que amo. Te voy haciendo, te voy elaborando entera para mi amor de una sola mano y encarcelado en mis palabras fallidas. Ciruela. Ése es tu sabor y tu color, ése es tu toque. Tienes un toque de ciruela, pienso en decirte, cuando ya no es posible esconder nada más y todo parece desbordar de mi boca, de mis ojos y de mis gestos; pero me da miedo pasar por loco justo al primer contacto y por eso sólo digo que me parece que tienes un toque genial, pero aquí dentro digo, y escribo, tienes un toque de ciruela. Dibujo en el papel una ciruela grande, con la piel blanda y tensada por la pulpa madura. Trazo un corte transversal y de ahí hago nacer tu boca, los labios oscuros y firmes como dos gajos sobre los que poso inmediatamente mi boca para beber de la humedad que se forma en la tuya; estiro el brazo para lograr cierta distancia y te veo aún imprecisa en esos labios sueltos en el papel y que ahora se abren para revelar unos dientes compactos y de una blancura que realza tu tez levemente tostada por el sol; de la parte inferior de la fruta partida surge delicadamente tu fino mentón cuya piel se estira a la menor sonrisa en una demostración de la más pura vitalidad; de la parte superior, la más grande, hago nacer, casi como si fuera un adorno, tu naricilla redondeada, y más arriba tus ojos negrísimos, enormes, como si ellos mismos fueran dos ciruelas grandes y maduras; y cuando desplazo tu figura a la izquierda y esos ojos me miran de través, es y siempre será como recibir dos tiros de lleno en el pecho que sangran y sangran y continúan sangrando lentamente hasta que la siguiente mirada renueve la herida; tus cejas son ya esos dos trazos de carbón que te ofrezco a título de corona para tus ojos, y los hago de forma que se extiendan perezosamente hasta la frente y que terminen en un hilo casi imperceptible, dando a tu perfil (ahora te miro de perfil) justo ese mínimo detalle que alejaba tu rostro de la perfección; más arriba nace la frente, redondeada en la parte superior donde empieza a nacer el cabello, negro como los ojos y también brillante, que cae liso hacia atrás ajustándose a la curva de la cabeza; y tu cabeza así formada me transmite un no sé qué de melancolía y cansancio o hasta incluso de amargura, un aspecto noble, casi una arrogancia, aunque involuntaria; y eso también lo demuestras en los gestos, en ese gesto, por ejemplo, de llevarte la mano izquierda (eres zurda, y ese detalle, como cualquier detalle tuyo, me desconcierta) al flequillito que te oculta la visión cuando bajas la cabeza para sujetarlo detrás de la oreja: ese gesto tiene la simplicidad, la languidez y a la vez la tranquila abstracción de las cosas superiores: ese gesto eres tú. También tu sexo tiene sabor a ciruela (me inclino sobre el escritorio, te beso otra vez) y decido que primero te quiero para olerla, para atontarme con tu olor a ciruela y sólo después para beberla, quiero tu sexo para beberlo, calentar mi lengua en tu calor más íntimo y dejar que ella, la lengua, se vista con los fluidos de tu fruta, y que esos fluidos se impregnen en mi saliva y chorreen por la comisura de mis labios o en un hilillo al interior de tu muslo; y ese fluido, lo sé, tiene sabor a ciruela.

sábado, 18 de diciembre de 2010

se cierra el círculo



hoy hemos dado al aire, a la tierra y a la vida, lo que quedaba de juan antonio. una comitiva de ocho personas partió de su domicilio rumbo a teno alto, al lugar en el que quiso que se esparcieran los restos de su chasis y de su envoltorio. allí, la primera vez que se asomó a aquel paisaje, lugar que parecía de otros tiempos, dijo enérgicamente y con decisión, que quería reposar cuando dejara de existir. y hoy cumplimos sus deseos. con emoción, con cariño, lo vimos volar, repartirse por las rocas, por las hierbas, por lo agreste y milenario de aquel reducto todavía semisalvaje. siempre disfrutó del verde de la isla, del paisaje no desfigurado ni sometido. allí junto a los restos de un viejo molino, a pocos metros de un pequeño arroyo de aguas mansas quedará nuestro punto de encuentro. viejo, que los riscos, los barrancos, las cuevas, las tabaibas, los cardones, el atlántico y el tagoror sean el marco para tu espíritu libre.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Conceição Lima


el 2011 lo abriremos con la dolorosa raíz de micondó, poemario de conceição lima, poeta de são tomé y príncipe. a conceição la conocimos en el encuentro de póvoa de varzim hace dos años y nos pareció muy interesante su escritura, poesía social africana donde refleja los cambios que occidente va arrancando a la vida tradicional, a otra forma de vivir y de sentir. conceição es otra punta de lanza dentro de las voces emergentes de la nueva poesía del continente.


LA MANO

Toma el vientre de la tierra
y planta en el trozo que te quepa
esta raíz injertada de epitafios.

No sea tu lágrima
la maldición que secuestre el ímpetu del grano
alza del polvo el silencio de los huesos,
la extendida mano
y siembra

girasoles o campanas, qué importa
si ahora una gota anuncia
el latente olor de las tomateras
la viva hora de tus dedos.


JENIN

Los bulldozers parten sin fanfarrias.
Arrastran en el polvo las tiras de las sandalias
y el pavor en las alas de las gallinas.
En su rastro agonizan las palabras
y el bíblico rostro de los olivos.

El fémur que perfora los escombros
está muerto, no tiene nombre.
Es una cuña de marfil
que brilla amargamente
en la tierra de Jenin.

Amanece en Berlín, otro lugar.
No en Liberia ni en los fields de Freetown.
No en el refugio de Jenin o a mi alrededor.