domingo, 23 de agosto de 2009

Entre nos vemos en Ikea y el cine de barrio


Me tildan con demasiada asiduidad de anacrónico y desfasado. Sobre todo refiriéndose a mis coletillas, que suelto, parece ser, frecuentemente en mis conversaciones. Suelen ser frases de anuncios televisivos, que ciertamente, ya hace algunas décadas oí: “Nos vemos in Ikea”, “Avecrem chup, chup”, “Ñacañaca la cigala”… Lamentablemente hace casi tres años que no tengo televisión y mi capacidad para ponerme al día ha quedado mermada en gran medida. Las veces que puedo ver la tele con algo de tiempo en casa ajena, no es suficiente para que el anuncio de la temporada cale en mi repertorio de frases hechas. Para mí, parece que fue ayer cuando todo eso estaba de moda, y el tiempo, el implacable, el que se marchó… como diría Silvio Rodríguez, parece que va cumpliendo sus objetivos.
Y ya que estamos con tiempos pasados, estoy terminando de corregir las últimas pruebas de Recuerdos de un cine de barrio de José Ángel Barrueco, y que editaremos en septiembre. En él nos podremos deleitar con aquel tiempo de pibes en el que el cine, los actores y tendencias, calaban hondo en nuestra vida. Quién no recuerda las películas de kung fu y luego estar dando patadas por doquier y dando gritos como alma en pena, emulando a aquellos ágiles luchadores que nos mostraba el celuloide. Quién no se enamoró o fue atacado por el mal de la erección con actrices como Natasha Kinski o Isabella Rosellini. Quién no quiso ser tan duro como Clint Eastwood, ya fuese como pistolero o como policía sin escrúpulos. Quién no quería ser un espadachín galáctico en un universo de seres inimaginables. Este libro, delicioso en las formas y evocador en el contenido, es el retrato de toda una generación que creció con el cine de barrio como contrapunto a la vida callejera o a la rutina de los días de colegio.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Gota de leche, 8 de junio de 2007


Llevo un par de semanas de limpia en casa, pintando, reconvirtiendo y sobre todo, sacando ingentes bolsas de basura. Cuando veo cómo se van llenando las bolsas con todo esas cosas que apenas unos años antes creía necesarias, me da por pensar en que para qué tanta inversión, tanto gasto inútil, tanto derroche para rellenar estantes, cajas, armarios… y de lo que a penas utilizamos un 10% –ya sea libros, discos de cualquier tipo, ropa, zapatos, recuerdos de lugares remotos, etc.–. Bueno, a lo que iba, que por cierto aun no lo he dicho, es que en esa limpieza-renovación del lugar en que habito, encontré una hoja del Diario de La Rioja, fechado el día 9 de junio del 2007. En ella encontré una reseña del acto que realizamos en La Gota de Leche la noche anterior. Participaban Lucas Rodríguez e Inma Luna. Habíamos ido los tres desde Madrid en guagua para presentar sus primeros poemarios con la editorial. Para la ocasión habían bajado desde Bilbao Juanje y Hugo. Y allí, fue el inicio, algo loco, surrealista y parapéntico de la relación entre autora y editor. Allí, entre los amigos, de tasca en tasca, entre brincos, secretos y prohibiciones empezamos a andar. Dos años y pico después, ahí seguimos –ya con un libro de cuentos de Inma y pronto un nuevo poemario de Lucas-, y con las mismas ganas de desvestir lo que nos queda por delante.