El fin de semana pasado nos fuimos a París. Esta vez no me llevé ordenador, y quería pasar cuatro días de desconexión y desintoxicación, sin saber de autores, imprenta, bases de datos, originales, correctores de texto o lectores. Hacía un frío que pelaba, así que ni mis cholas camufladas ni mi chaqueta sport de pana roja, me hicieron favor alguno. Me pasé los días con las manos en los bolsillos y tiritando como un condenado. Como siempre hacemos en las ciudades que visitamos, dimos buena cuenta de las aceras de la ciudad, como siempre, pateamos lo indecible. En casi todos ellos me sorprendió esta vez, la cantidad de homeless que se hacían acompañar por perros –supongo que depositarios del cariño que no encuentran en los de nuestra especie-. Ya en Madrid, Violeta comentaba que también allí había muchos, pero yo, nunca había visto tal cantidad como en Paris.
En los comentados paseos, siempre busqué un momento para visitar las librerías y hacerme idea de las novedades, autores y títulos que destacaran en las estanterías. Sigo en busca y captura de autores de otras latitudes que puedan bailar al son del sol. En esos días me rondaba por la cabeza una reciente lectura de un artículo de Christopher Maclehose –editor inglés–, que decía: “Una editorial tiene que significar algo, ser reconocible por sus lectores, los coleccionistas de libros, sus autores potenciales y desde luego los libreros, los demás editores y los agentes literarios. Hay que esforzarse hasta lograr que reluzca aquello por lo que luchas, darte a conocer sólo por lo que es excelente”. Y esa idea está en el percutor de mi trabajo, una y otra vez dándole al gatillo para que salgan disparados los logros y resultados que hagan que los libros de la editorial estén en las estanterías de las librerías españolas como cabeza de puente hacia los potenciales lectores. Y para poder significar algo, hay que nutrirse de “nombres”, tener cierta coherencia en autores y temáticas que queramos formen parte de nuestro catálogo. Catálogo que será nuestro escaparate, nuestra imagen hacia los demás y nuestro patrimonio para el camino que tengamos que trazar en el futuro. Otro editor, Roberto Calasso, comentaba que tener un mal título en un catálogo era “como introducir un personaje equivocado en una novela, una figura que podría desequilibrar el conjunto o falsearlo”.
En los comentados paseos, siempre busqué un momento para visitar las librerías y hacerme idea de las novedades, autores y títulos que destacaran en las estanterías. Sigo en busca y captura de autores de otras latitudes que puedan bailar al son del sol. En esos días me rondaba por la cabeza una reciente lectura de un artículo de Christopher Maclehose –editor inglés–, que decía: “Una editorial tiene que significar algo, ser reconocible por sus lectores, los coleccionistas de libros, sus autores potenciales y desde luego los libreros, los demás editores y los agentes literarios. Hay que esforzarse hasta lograr que reluzca aquello por lo que luchas, darte a conocer sólo por lo que es excelente”. Y esa idea está en el percutor de mi trabajo, una y otra vez dándole al gatillo para que salgan disparados los logros y resultados que hagan que los libros de la editorial estén en las estanterías de las librerías españolas como cabeza de puente hacia los potenciales lectores. Y para poder significar algo, hay que nutrirse de “nombres”, tener cierta coherencia en autores y temáticas que queramos formen parte de nuestro catálogo. Catálogo que será nuestro escaparate, nuestra imagen hacia los demás y nuestro patrimonio para el camino que tengamos que trazar en el futuro. Otro editor, Roberto Calasso, comentaba que tener un mal título en un catálogo era “como introducir un personaje equivocado en una novela, una figura que podría desequilibrar el conjunto o falsearlo”.
Entre esos equilibrios ando ahora, tratando de perfilar a los actores que no desentonen en nuestro escenario.
Hola, vaya, leía tu artículo y estaba de acuerdo hasta que llegé a la frase "hay que nutirse de nombres" y me he quedado desconcertado ... y como pones además "nombres" entre comillas, no sé ahora si el "nombre" del autor pesa más que el texto presentado a la editorial. Sácame de dudas por favor, que temo que en esos equilibrios que anda el editor, si cae, caiga del lado de la "endogamia".
ResponderEliminarSaludos.
sí, "nombres" entre comillas. Es como en los equipos de fútbol, tienes que tener ciertos "nombres" en el equipo si quieres aspirar a estar en la máxima división. Lo mismo pasa aquí, tienes que tener "nombres" que aúpen la editorial a una división superior. Pero para ceñirnos a la cuestión, podemos poner el ejemplo de la editorial Caminho en Portugal, que tiene a "nombres", como puede ser Saramago, que la hacen orbitar en primera, pero no por eso deja de apostar por jóvenes valores tanto del país como de otras latitudes como pueden ser Ondjaki, José Luis Peixoto, Gonzalo M. Taveres o la nueva incorporación de los jóvenes brasileiros Amilcar Bettega, Joao Paulo Cuenca, etcetera. Y por supuesto, la obra es la que manda, y a lo que me refiero en este post es que estamos buscando obra buena de "nombres" para dar impulso a la editorial a una liga superior, llámese: mejor distribución, mayor presencia en las estanterías, más opciones de que te abran la puerta los medios.
ResponderEliminarY por último, en ningún momento hablo de los textos que son presentados a la editorial, ya que a ésta, raramente toca a su puerta algún "nombre", y como podrás comprobar por nuestro catálogo, nos nutrimos mayoritariamente de autores que se acercan a nuestra ventana. En el post hago referencia a cuando voy de "caza" de autores, del gusto de los editores, y por supuesto con una obra que vaya pareja a esos gustos.
Así que creo que esa clase de "endogamia" que nombras, no se da en este caso.