Tiene 13 años, y según parece está escalando eso que llaman adolescencia. tiene mi altura, flaco, con los granos luchando por salir bajo su flequillo. un poco desgarbado, lento como la paciencia de Job. sufre con la lengua pero nada a gusto con las matemáticas, la tecnología y la música. el deporte mejor por la tele pero hace virguerías con el portátil. es incapaz de apalabrar sus sentimientos pero me puede volver loco describiéndome cualquier proceso físico. al hilo de esto, ha tergiversado la ley de Arquímides por su visión particular de la misma: "Todo cuerpo sumergido en un líquido, pierde tanto peso como ñoña (roña) se disuelve en este último". compartimos la casa siempre que estoy en la isla, por teléfono es incapaz de amarrar cinco frases. afortunadamente hay que prohibirle que siga leyendo para que por fín apague la luz y se duerma. es inquieto y creativo pero casi no tiene amigos. el cine nos une a la hora de la cena pero no le van nada los mp3.
a pesar de mis sermones casi diarios con sus despistes, lo echo de menos cuando no nos tropezamos en el baño. desde un 24 de diciembre de hace tantos años, puedo asegurar, que después de despegar por primera vez los párpados, es lo mejor que me ha pasado.
lunes, 23 de febrero de 2009
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oye tito, oye, tito oye...
ResponderEliminarCómo es posible que tan solo haya un comentario ante semejante desborde de sentimientos. Me parece increíble.
ResponderEliminarApenas compartí unas horas con él y casi pude ver cada una de las cosas que describes. Ellos son especiales, son auténticos, son lo único real y puro de esta sociedad. Deberíamos dejarlos ser y vivir como quisieran. Seríamos todos mucho más coherentes con lo que hacemos de mayores. Cada día me doy cuenta de que no soy yo quien les enseña sino quien aprende de ellos.
Lástima no visitar tu isla para entender la nueva versión de la Ley de Arquímedes.
Besitos madrileños
la tata