martes, 7 de julio de 2009

Sicilia, caos, hombre plástico y Luigi Pirandello

Las vacaciones han venido y con la misma se han ido. He pasado una semana en Sicilia con mi hijo y su madre, las vacaciones familiares que desde hace cinco años venimos realizando cada última semana de junio.
La primera sensación que percibes nada más bajar del avión es que aquella es otra realidad, otra velocidad en la sangre de sus habitantes y el gesto que se les pone es chulesco y seco como un papel de lija (aeropuerto, hotel, coche de alquiler, restaurante, etc), afortunadamente siempre encontramos alegres excepciones.
Caos. Al coger el coche rumbo al hotel, las palabras de Ángeles me vienen a la cabeza: “ten cuidado al conducir”. Ciertamente, mucho cuidado, allí vale de todo, es decir, no vale nada de lo correcto, conduce como quieras y eso sí, ten mucha cara y dale al coche pa’lante, toca la pita (claxon, bocina) y a lo que dios quiera. Si eres capaz de cogerle el truquillo, te sentirás como pez en el agua y prevalecerá la intuición antes que las normas. En la semana que estuvimos por la isla, no vimos un solo accidente, aunque eso sí, casi nos empotramos contra un fiat cargado de gente que se había saltado un stop como si estuviesen entrando por la puerta de su casa.
Palermo, domingo cuatro de la tarde. La ciudad aparece vacía, intentamos dar un paseo por el casco antiguo y casi nos dan ganas de llorar. Muchas casas apuntaladas (fotocopia de La Habana vieja) y basura, basura por doquier. Encontramos un pequeño jardín botánico, y más lágrimas y más caos. Un drago y una palmera canaria hicieron que se nos recompusiera el semblante.
En la siguiente jornada avanzamos por la vertiente norte rumbo a Cefalú, y allí a parte de darnos cuenta de que Sicilia era algo más que Palermo, aunque el personal seguía tan serio como los cabos de la guardia civil, y a comprender cuáles eran los horarios de la población: de 6 de la mañana a 2 de la tarde podías encontrar gente en la calle, a partir de las 3, hasta las moscas desaparecían, para volver a retornar sobre las 5 o 6 cuando el sol empezaba a declinar. Allí descubrimos al primer hombre plástico. Un vendedor con todo lo que se pueda imaginar hacer con plástico y se pueda utilizar en una playa de arena, lo transporta este hombre. Alucinante.
Durante el resto de los días, más pizzas (Idir disfrutando de lo lindo),más playas y sitios preciosos –Taormina y Ragusa- cargados de historias y piedras –entiéndanse monumentos, ruinas, etc-, la sorpresa culinaria del viaje, el Ristorante Aragosta en Riposto, y el volcán Etna (a ver si dejan de convertir en basureros sitios hermosos). Penúltimo día, llegada a Agrigento, famosa por sus ruinas griegas. Allí recuperamos la sensación de caos y un poco de desasosiego. La ciudad no invitaba a quedarse, aunque para quienes nos gusta la literatura existía un punto de romanticismo al presenciar la casa de Luigi Pirandelo (uno de los 2 premios Nobel de Literatura que tiene la isla junto a Salvatore Quasimodo). Las cientos de calles que llevan su nombre por toda la isla hacen imposible que nos olvidemos fácilmente de su existencia.
De vuelta a Palermo, sábado por la tarde, los ojos de nuevo como platos: miles de personas se agolpaban en las calles, la ciudad latía como si fuera copada por serpientes multicolores, entre personas y tráfico. Habíamos regresado en el primer día de las rebajas de verano y aquello era espectacular. La diferencia de nuestra llegada una semana antes a la ciudad, no tenía parangón con lo que allí veíamos. Ante tanto color, el caos se convertía en danza multidisciplinar, aunque eso sí, los rostros seguían sin encontrar motivo para relajarse.
El domingo regresamos, cientos de mails me esperaban en mi buzón de correos.

1 comentario:

  1. Recreando las peripecias para conducir me recordaba a Marruecos, conducen de una forma bestial, fueras de sus fronteras con otros códigos hacen lo mismo. Recuerdo que en Melilla un conductor golpeó por detrás el coche en el que íbamos, estábamos esperando el cambio del semáforo.
    No tenía seguro, y su contestación fue: Estaba un poquito rojo.
    No sabias si reír o echarte a llorar.
    Por lo menos el desencanto con la ciudad te lo recompenso esas playas y parajes, en Marruecos también las hay maravillosas.

    ResponderEliminar