lunes, 26 de octubre de 2009

a mis 47


hace un rato que ha amanecido, como siempre en este día del año, en otra nueva ciudad. mi primer regalo de cumpleaños tiene calles empinadas, taxis amarillos y un tráfico caótico. ayer pude oír al almuacin de cada mezquita, superponiéndose uno al otro, llamando a la oración, llamada-canto que me envuelve como una atracción lisérgica. Estambul me acoge en este cambio de años de mi cronómetro particular con la esperanza, mi esperanza, de renovar las fuerzas y seguir luchando contra el infiel, esta "crisis" que amenaza con tirarnos el chiringuito por los suelos.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sila, off y abrazos


Ya hace más de una semana que terminó el SILA y parece que, por fin, el Encuentro de Editores en Canarias recibe el impulso necesario para que se mantenga en años venideros como un punto de referencia para editores, autores y demás profesionales del mundo del libro. La inclusión del SILA (Salón Internacional del Libro Africano) ha hecho que tanto los medios como las instituciones, se hayan volcado con el proyecto, a pesar de estos tiempos que corren para la cultura y los recortes pecuniarios instaurados por los que dirigen el rumbo político de estas ínsulas.
De este encuentro, aparte de las relaciones y proyectos surgidos, a nivel personal, tengo que destacar las noches off y los abrazos. El off, o actividades lúdico culturales de después de la cena, fueron en aumento según pasaban los días. Del bastante discreto en asistencia de la primera noche, donde actuaron Déborah, Paco Croissier y el trío croata Roman, Ivica y Zoran, pasamos al un poco más animado y multicolor de la noche africana, para terminar el último día con una mezcolanza de muchos de los participantes en una danza tribal multiétnica. Una rueda donde bailaban al ritmo de una rumba congolesa, croatas, africanos, españoles, algún guiri espontáneo y una nutrida representación aborigen.
Los lazos de amistad de viejos conocidos, y no tan viejos, se han manifestado y renovado y han surgido otros nuevos. Pero fueron tres abrazos en particular, los que me hicieron sentir el alma del amigo entrando en la mía. El primero vino del croata Roman Simić, autor y editor con un carisma y un humor explosivos. Al día siguiente, llegó el del senegalés Amdou Ndoye, más de 20 años viéndonos las caras y charlando sobre literatura canaria, música cubana o la manera particular de hablar canario de este hombre; y por último un abrazo que venía de Huelva, de Rafael Delgado, uno de mis santos preferidos, con su humor y particularísimo vocabulario.
En fin, un encuentro que renovó mis votos por el trabajo y la amistad que, al fin y al cabo, queremos que sea la seña de identidad de esta editorial, que como siempre dice Ángeles, es como una gran familia.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La sensualidad tiene nombre de mujer emancipada


Hace ya un tiempo, leyendo una revista literaria, cayó ante mis ojos una fotografía de Simone de Beauvoir desnuda. No se le ve el rostro, está de espaldas recogiéndose el pelo mientras se mira al espejo. Para mí fue un impacto visual y erótico tremendo. No se trataba de quien fuera el personaje, podría haber sido cualquiera, era la escena, ese cuerpo de mujer, a su aire, transmitiendo una naturalidad pasmosa y sobre todo una libertad manifiesta. Ahora que he vuelto a dar con ella, con la fotografía, sigo sintiendo la misma atracción casi religiosa por esa instantánea. Me convierto en un voyeur de pasmoso sosiego, en un erotómano de acuarela. Contemplo su belleza física, y ahora sé, por mis posteriores lecturas, que fue una mujer que intentó vivir la vida que imaginaba y que luchó por ella. Asombrosa fotografía, hermosoura de alma y cuerpo en una misma instantanea.

domingo, 20 de septiembre de 2009

sintasiva y seguridad aeroportuaria


Sintasiva es la forma que adoptamos para decir "cinta adhesiva" una gran parte de canarios de mi generación. Hasta que ya entré en la pubertad, no conocí que la palabreja en cuestión no existía en realidad en el idioma castellano, era una adaptación más de otra palabra al medio. Nuestro oído siempre oyó sintasiva y así pasaba al papel y así lo vocalizábamos, al igual que hemos hecho con otros vocablos, ingleses (come buy on "cambullón", king eduard "chinegua", up to date "autodate"); franceses (crayon "creyón", ouate "guata").
La sintasiva siempre ha servido para hacer paquetes, o para que dos o más partes queden fijadas. Pero se me ocurren otras funciones para ella, como tapar bocas de políticos varios, o de responsables de medios de comunicación "impresentables" que sólo saben repetir lo que les dicta la mano que les da de comer, o también periodistas de cartón piedra que intoxican las ondas con sus programas basura. Pero también, de un tamaño mayor a nuestra sintasiva común y endémica, el poder la usa para callar otras bocas contestatarias, amarrar muñecas rebeldes y, asfixiar espíritus bregadores. A nuestro amigo y autor, Jorge Majfud, que vive en los "Estampidos Unidos", la seguridad del aeropuerto de Barajas hizo uso de la sintasiva para recomponer un desaguisado con un paquete que le enviábamos con algunos ejemplares de su última novela, La ciudad de la Luna. No sabemos si por su apellido de origen libanés o porque las palabras, la literatura y la cultura en general, hacen más conscientes a las personas y menos teledirigidas. La cultura nos hace críticos, y la sintasiva en la cultura sólo produce borregos satisfechos con su ignorancia.
Foto: Roy Fernández

lunes, 7 de septiembre de 2009

Tinseltown in the rain, banda sonora para una magua


Ayer acudí por primera vez al museo del Prado. Sorolla fue el motivo de tan gran acontecimiento. Me gustan por motivación espontánea, los retratistas, casi todos aquellos pintores que fusionan en su arte la parte más fotográfica de un instante de cualquier historia. Sorolla, Lucien Freud, Robert Reid o Robert Henri, son para mí fotógrafos de pincel. En sus cuadros puedo sumergirme, pasar a la tela y diluirme en la pintura. Paso a ser observador de un momento, mi imaginación se expande apreciando cada detalle que el autor ha dejado como rastros, como pistas de un instante en el tiempo, que no sé por qué razón, me atrapa y me hace reconstruir la escena en mi mente, los personajes, sus vidas y circusntancias, la luz, la época, los aspectos sociales. Ese momento sirve para que yo haga una película de algunos minutos en mi mente y mi alrededor en un pis pas, desaparezca. Es como si una máquina del tiempo me transportara hasta allí. Casi siempre que alcanzo este estado, surge como una pequeña melancolía, una magua que me empapa. Me siento emocionalmente, como un pez atrapado en una bola de gelatina. Y para esos momentos, desde hace muchísimos años, desde que era dependiente en una tienda de discos, me acompaña una banda sonora en esos intervalos temporales, tiernos tirando a tristes a la vez que intensos con un fondo que late vida, como un tambor acompasado que va in crescendo. Esa melodía llegó a mí a finales de los ochenta desde un vinilo que probaba en el tocadiscos de la tienda, el grupo se hacía llamar The Blue Nile y el tema Tinseltown in the rain. Como suele suceder con las letras de estas canciones, son insustanciales y no tienen nada que ver con la impresión que te ha marcado al oírla. Pero, a pesar de los pesares, cada vez que acude a mis oídos, me transporta a un estado de ebriedad sosegada manifiesta.

domingo, 23 de agosto de 2009

Entre nos vemos en Ikea y el cine de barrio


Me tildan con demasiada asiduidad de anacrónico y desfasado. Sobre todo refiriéndose a mis coletillas, que suelto, parece ser, frecuentemente en mis conversaciones. Suelen ser frases de anuncios televisivos, que ciertamente, ya hace algunas décadas oí: “Nos vemos in Ikea”, “Avecrem chup, chup”, “Ñacañaca la cigala”… Lamentablemente hace casi tres años que no tengo televisión y mi capacidad para ponerme al día ha quedado mermada en gran medida. Las veces que puedo ver la tele con algo de tiempo en casa ajena, no es suficiente para que el anuncio de la temporada cale en mi repertorio de frases hechas. Para mí, parece que fue ayer cuando todo eso estaba de moda, y el tiempo, el implacable, el que se marchó… como diría Silvio Rodríguez, parece que va cumpliendo sus objetivos.
Y ya que estamos con tiempos pasados, estoy terminando de corregir las últimas pruebas de Recuerdos de un cine de barrio de José Ángel Barrueco, y que editaremos en septiembre. En él nos podremos deleitar con aquel tiempo de pibes en el que el cine, los actores y tendencias, calaban hondo en nuestra vida. Quién no recuerda las películas de kung fu y luego estar dando patadas por doquier y dando gritos como alma en pena, emulando a aquellos ágiles luchadores que nos mostraba el celuloide. Quién no se enamoró o fue atacado por el mal de la erección con actrices como Natasha Kinski o Isabella Rosellini. Quién no quiso ser tan duro como Clint Eastwood, ya fuese como pistolero o como policía sin escrúpulos. Quién no quería ser un espadachín galáctico en un universo de seres inimaginables. Este libro, delicioso en las formas y evocador en el contenido, es el retrato de toda una generación que creció con el cine de barrio como contrapunto a la vida callejera o a la rutina de los días de colegio.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Gota de leche, 8 de junio de 2007


Llevo un par de semanas de limpia en casa, pintando, reconvirtiendo y sobre todo, sacando ingentes bolsas de basura. Cuando veo cómo se van llenando las bolsas con todo esas cosas que apenas unos años antes creía necesarias, me da por pensar en que para qué tanta inversión, tanto gasto inútil, tanto derroche para rellenar estantes, cajas, armarios… y de lo que a penas utilizamos un 10% –ya sea libros, discos de cualquier tipo, ropa, zapatos, recuerdos de lugares remotos, etc.–. Bueno, a lo que iba, que por cierto aun no lo he dicho, es que en esa limpieza-renovación del lugar en que habito, encontré una hoja del Diario de La Rioja, fechado el día 9 de junio del 2007. En ella encontré una reseña del acto que realizamos en La Gota de Leche la noche anterior. Participaban Lucas Rodríguez e Inma Luna. Habíamos ido los tres desde Madrid en guagua para presentar sus primeros poemarios con la editorial. Para la ocasión habían bajado desde Bilbao Juanje y Hugo. Y allí, fue el inicio, algo loco, surrealista y parapéntico de la relación entre autora y editor. Allí, entre los amigos, de tasca en tasca, entre brincos, secretos y prohibiciones empezamos a andar. Dos años y pico después, ahí seguimos –ya con un libro de cuentos de Inma y pronto un nuevo poemario de Lucas-, y con las mismas ganas de desvestir lo que nos queda por delante.