
Me tildan con demasiada asiduidad de anacrónico y desfasado. Sobre todo refiriéndose a mis coletillas, que suelto, parece ser, frecuentemente en mis conversaciones. Suelen ser frases de anuncios televisivos, que ciertamente, ya hace algunas décadas oí: “Nos vemos in Ikea”, “Avecrem chup, chup”, “Ñacañaca la cigala”… Lamentablemente hace casi tres años que no tengo televisión y mi capacidad para ponerme al día ha quedado mermada en gran medida. Las veces que puedo ver la tele con algo de tiempo en casa ajena, no es suficiente para que el anuncio de la temporada cale en mi repertorio de frases hechas. Para mí, parece que fue ayer cuando todo eso estaba de moda, y el tiempo, el implacable, el que se marchó… como diría Silvio Rodríguez, parece que va cumpliendo sus objetivos.
Y ya que estamos con tiempos pasados, estoy terminando de corregir las últimas pruebas de Recuerdos de un cine de barrio de José Ángel Barrueco, y que editaremos en septiembre. En él nos podremos deleitar con aquel tiempo de pibes en el que el cine, los actores y tendencias, calaban hondo en nuestra vida. Quién no recuerda las películas de kung fu y luego estar dando patadas por doquier y dando gritos como alma en pena, emulando a aquellos ágiles luchadores que nos mostraba el celuloide. Quién no se enamoró o fue atacado por el mal de la erección con actrices como Natasha Kinski o Isabella Rosellini. Quién no quiso ser tan duro como Clint Eastwood, ya fuese como pistolero o como policía sin escrúpulos. Quién no quería ser un espadachín galáctico en un universo de seres inimaginables. Este libro, delicioso en las formas y evocador en el contenido, es el retrato de toda una generación que creció con el cine de barrio como contrapunto a la vida callejera o a la rutina de los días de colegio.
Y ya que estamos con tiempos pasados, estoy terminando de corregir las últimas pruebas de Recuerdos de un cine de barrio de José Ángel Barrueco, y que editaremos en septiembre. En él nos podremos deleitar con aquel tiempo de pibes en el que el cine, los actores y tendencias, calaban hondo en nuestra vida. Quién no recuerda las películas de kung fu y luego estar dando patadas por doquier y dando gritos como alma en pena, emulando a aquellos ágiles luchadores que nos mostraba el celuloide. Quién no se enamoró o fue atacado por el mal de la erección con actrices como Natasha Kinski o Isabella Rosellini. Quién no quiso ser tan duro como Clint Eastwood, ya fuese como pistolero o como policía sin escrúpulos. Quién no quería ser un espadachín galáctico en un universo de seres inimaginables. Este libro, delicioso en las formas y evocador en el contenido, es el retrato de toda una generación que creció con el cine de barrio como contrapunto a la vida callejera o a la rutina de los días de colegio.