jueves, 15 de julio de 2010

generaciones


—¿Y vosotros?
—Nosotros somos los hijos de una generación que nos ama tanto como nos repudia —dice la chica con un mohín inquietante.
No dejo de observarla y admirar su belleza. Tienen unos ojos inmensos, almendrados y un hoyuelo fascinante en la barbilla.
—¿A qué viene eso?
—Nos mimaron, nos perfumaron, nos consintieron, nos dieron las mejores cosas y la mayor libertad. Y convirtieron su sueño en una esclavitud.

(El viaje del idiota. Miguel Pérez Cabanas. 2010)



cuando andaba con la corrección de la novela que menciono aquí arriba, estas líneas me dejaron noqueado. de repente estas palabras definían a la perfección a algunos hijos de mis amigos de generación. amigos que venían de movimientos alternativos, del aire nuevo que se respiró a finales de los años setenta del pasado siglo, compañeros que gastaron la juventud que ahora tenían sus hijos en intentar crear un futuro mejor, sobre todo en lo social. creían haber sembrado en su estirpe esa inquietud, ese espíritu luchador que ellos poseían como su gran tesoro. pero fueron incapaces de ver que de sus sueños germinaba una generación de jóvenes acomodados, que no tenían que luchar porque les habían dejado el camino tan limpio de ortigas y cardos que creyeron que eso era lo normal. y apurando un poco más, algunos hijos se escoraron a la derecha y vieron las palabras de sus padres como anacronismos de tiempos remotos. me da mucho que pensar en qué es lo justo, hasta dónde podemos dar y hasta dónde podemos exigir. cuán difícil es buscar el equilibrio en lo que trasmito a mi hijo, intentar que no se convierta en un cliché o en un enemigo de su ancestro.

1 comentario:

  1. Al habla uno con un hijo de 15 años... Cada generación tiene que aprender por su cuenta, nuestras batallitas no les sirven y su resultado no sé si es para sacar pecho... El problema es la sobreprotección en que caemos los papás de izquierda-derecha-centro-etc... tras la cual es muy posible que lo que haya es una feroz desconfianza en sus posibilidades. No es asunto fácil. Hasta dónde podemos dar es una pregunta inteligente. Hasta dónde podemos exigir es sencilla, depende de lo que llamemos exigir: si entendemos por exigir que tenga su cuarto limpio, que estudie (lo que sea pero que estudie, carajo, no puede aceptarse la gandulería, NO SE PUEDE) y que ayude en casa en las tareas comunes (por ejemplo, limpieza) sí que podemos exigir ciertas cosas (la primera un respetito, que es muy bonito). Si llamamos exigir a que nos quieran, o que sigan nuestra supuesta senda (el mío se iba a volver loco con mis contradicciones, mis pasos adelante y atrás)me parece que no estamos en condiciones de exigir nada... porque además, antes o después aparece un chico/chica, que va a ser quien de verdad va a dar las órdenes. ;-)

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